Lea Isaías 11:1–10

Una de las grandes tensiones que sentimos a menudo durante el Adviento es la disparidad entre la promesa de paz de Dios y la presencia de la guerra y la violencia en el mundo. Isaías predijo que el reinado del Mesías traería un mundo sin preocupaciones. Imagine a una madre en perfecto reposo, observando inmutable a sus hijos jugar junto a la guarida de una cobra. Como padre de cinco hijos, ¡me resulta difícil imaginarlo!

Los padres conocen esa sensación de pánico abrumador cuando su hijo se acerca al peligro. Durante el reinado del Mesías, tal como lo describe Isaías, ese sentimiento se extinguirá.

Sin embargo, en nuestra experiencia, el mundo no se parece en nada a esto. Thomas Hardy, en su poema «Christmas: 1924», se lamenta:

«¡Paz en la tierra!» se dijo. Lo cantamos,
y pagamos a un millón de sacerdotes para que la traigan.
Después de dos mil años de misa,
hemos llegado hasta el gas venenoso.

¿Cómo conciliamos la promesa de un descanso lleno de paz con la realidad del gas venenoso o de los misiles balísticos?

La respuesta está en la tensión que existe entre el ahora y el todavía no. En tiempos de Isaías, las promesas que Dios había hecho al rey David en 2 Samuel 7, promesas de un reino duradero y bendito, parecían haber sido quebrantadas. La casa de David parecía un árbol talado. Pero de su tronco seco surgiría una rama llena del Espíritu de Dios: Jesús, el Hijo de David. Él traería la paz tanto a los judíos como a los gentiles, y se erigiría como bandera de reunión para unir a las naciones hostiles (Isaías 11:10; Efesios 2:15).

Esto se realiza ahora en parte a través de la iglesia, donde incluso los recaudadores de impuestos como Leví y los zelotes como Simón encuentran la paz a través de la sangre de Cristo. El templo de Dios está hecho de piedras vivas, y los ladrillos con los que Dios construye son elegidos de cada tribu, lengua y nación. Hoy podemos experimentar la paz prometida del Mesías y Rey que le dice a los cansados: «… yo les daré descanso» (Mateo 11:28).

Pero el todavía no de la profecía de Isaías llegará con el segundo advenimiento de Jesús (Isaías 11:4; 2 Tesalonicenses 2:8). Esto se anticipa con la imagen edénica de los animales depredadores sometidos en la profecía de Isaías. Jesús someterá un día perfectamente a la creación, calmando a las bestias más peligrosas y convirtiendo incluso a la serpiente en algo con lo que los niños podrán jugar. El mundo glorificado de la nueva creación acabará por satisfacer nuestros más profundos anhelos de justicia y paz.

El Adviento nos recuerda el glorioso descanso que nos dio la primera venida de Jesús, y anticipa la plena restauración que acompañará su regreso. En este tiempo de tensión entre el ahora y el todavía no, Dios nos llama a estar marcados por la gracia de su reino, un pueblo que persigue la justicia para los oprimidos y difunde el conocimiento de Cristo en nuestras comunidades (Isaías 11:9; 2 Corintios 2:14). Gracias a este conocimiento, los pecadores cansados reciben el glorioso descanso del reino de Cristo.

Adriel Sánchez es pastor de la Iglesia Presbiteriana North Park en San Diego, y anfitrión de Core Christianity, un programa de radio y pódcast de preguntas y respuestas.

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