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Tercera semana de Adviento: Sacrificio y salvación
En el Antiguo Testamento Dios habló a través de los profetas utilizando palabras e imágenes poéticas para describir la esperanza de la salvación. Esta semana, observamos las profecías que apuntan al Mesías: el siervo, la luz, la promesa que el pueblo de Dios anhelaba.
Lea Isaías 9:6-7
En mi experiencia, ver películas de dibujos animados ha sido una parte esencial de ser padre de tres niños pequeños. Un jefe en pañales [Bebé jefazo] es una de esas películas. La película caricaturiza a un niño que es «todo un adulto» y que constantemente da órdenes a su hermano de siete años a espaldas de sus padres.
La ironía de Isaías 9:6-7 es una yuxtaposición similar: un bebé recién nacido que es «todo un adulto». Isaías describe a este prometido como un niño recién nacido, un gobernante y el «Consejero admirable, Dios fuerte, Padre eterno, Príncipe de paz».
El asombroso testimonio de este texto profético es que Jesús es todo esto, y mucho más. Jesús, nacido como un niño humano, era a la vez plenamente humano y plenamente divino: el Dios-hombre, el Rey niño.
Isaías se dirigía a una comunidad judía desanimada, que había andado a tientas en la oscuridad con la esperanza de encontrar un camino para liberarse de su «aflicción, tinieblas y espantosa penumbra» (8:22). En este contexto, Isaías profetiza: «Gobernará sobre el trono de David y sobre su reino, para establecerlo y sostenerlo con justicia y rectitud desde ahora y para siempre» (9:7). Esta referencia al trono de David hace resonar la promesa que Dios le había hecho a David: «Yo pondré en el trono a uno de tus propios descendientes, y afirmaré su reino. … Yo afirmaré su trono real para siempre» (2 Samuel 7:12-13). Dios es un Dios que cumple su pacto. Y nada se interpondrá en el camino de este milagro prometido: «Esto lo llevará a cabo el celo del Señor Todopoderoso» (Isaías 9:7). Dios es celoso para cumplir sus pactos con su pueblo.
Dios también es celoso y apasionado por el Evangelio. Las Buenas Nuevas de que Jesús se hizo carne es que en Cristo ya no hay oscuridad (Isaías 9:2; Juan 1:4-5,14). Dios está obrando, en todo el mundo, en todos los continentes, en todas las naciones, exponiendo las tinieblas mediante el poder de la primera venida de Cristo y su inminente regreso. La entrada de Jesús en el mundo a través de la Encarnación significa un nuevo día, «porque nos ha nacido un niño, se nos ha concedido un hijo» (Isaías 9:6).
Estas son las Buenas Nuevas, el Evangelio, que debemos compartir con el mundo. La luz ha llegado: ¡la luz es Jesús! Ya no tenemos que vivir en las tinieblas, y podemos compartir esta luz con un mundo que necesita oír hablar de nuestro «Dios fuerte», nuestro «Príncipe de paz». Que lo proclamemos con libertad: Jesús, el Niño Rey, está aquí, y desea reinar en nuestros corazones.
Matthew D. Kim es profesor de la cátedra George F. Bennett de Predicación y Teología Práctica en el Seminario Teológico Gordon-Conwell y autor de Preaching to People in Pain.
Medite en Isaías 9:6-7. (Opcional: reflexione también sobre Juan 1:14)
¿De qué manera esta promesa apunta a los principios fundamentales del Evangelio? ¿Qué aspectos de esta profecía le llaman más la atención? ¿Por qué? Ore alabando a Cristo por cada aspecto de su identidad descrito en Isaías 9:6-7.