John M. G. Barclay, el Catedrático Lightfood de Divinidad en la Universidad Durham, R.U., sus colegas lo reconocen como uno de los eruditos del Nuevo Testamento más influyentes de hoy. Barclay comenzó su carrera académica concentrándose en la carta de Pablo a los Gálatas.

Desde entonces, él ha publicado extensamente sobre los Escritos Judíos del Segundo Templo y sobre historia social. Su libro Jews in the Mediterranean Diaspora es extensamente considerado como el tratamiento definitivo del tópico. En los últimos años, Barclay ha vuelto a poner su atención en Pablo, más recientemente con su monumental libro del 2015, Paul and the Gift (Eerdmans).

Por casi cuatro décadas, el estudio de Pablo ha operado sobre la suposición de que lo que hace a Pablo sin igual no es su punto de vista sobre la gracia. De hecho, muchos eruditos creen que él no contribuyó con nada nuevo sobre este tópico. Desde la llegada de la “Nueva Perspectiva sobre Pablo” en los últimos años de la década de los años 70—que cambió la atención de “justificación por fe” como el centro de la teología de Pablo hacia las dimensiones sociales y éticas de sus esfuerzos misioneros—muchos intérpretes de Pablo han descuidado el tópico de la gracia. El nuevo libro de Barclay se opone a esta corriente de investigación, y propone que el radicalismo de Pablo se encuentra precisamente en su punto de vista sobre la gracia de Dios—y en su potencial para transformar a ambos, personas y comunidades.

Barclay recientemente tuvo una serie de conversaciones con Wesley Hill, ayudante de cátedra sobre estudios bíblicos en la Trinity School for Ministry en Ambridge, Pennsylvania, sobre su nuevo libro.

Usted argumenta que el punto de vista de Pablo sobre la gracia es peculiar e inquietante, aun “peligroso.” ¿Por qué fue el punto de vista de Pablo sobre la gracia tan radical?

Pablo no tenía una palabra especial para “gracia,” por lo tanto utilizó el idioma común de “regalo” [charis en griego, a veces traducido como “gracia”]. En su día—y en la mayoría de las culturas a través de la historia—los regalos se daban a las personas que, de alguna u otra manera, eran beneficiarios dignos. La gente daba regalos para crear una relación muy a menudo con personas como ellas.

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Esto hacemos el día de hoy. Regalamos dinero a causas que representan nuestros valores. O premiamos a personas que consideramos dignas beneficiarias.

Pablo habla de Cristo como el regalo de Dios, la gracia de Dios. Lo que es sorprendente de esto es que este regalo se da sin importar el valor del beneficiario. Dios no da discriminadamente a beneficiarios aparentemente adecuados. Él da sin importar el valor social, étnico, o según el género. Nada de lo que son les hace dignos de este regalo.

El negar cualquier coincidencia entre los regalos de Dios y el valor del beneficiario era, en el día de Pablo, una idea teológicamente peligrosa. Hacía ver a Dios como arbitrario e injusto. Significaba que la gracia era impredecible y que el mundo podía ser desordenado.

Y este punto de vista sobre la gracia rompe todo tipo de normas sociales y expectativas. El regalo de Cristo es más grande de lo que debería ser. Es perdón inmerecido.

Piense en alguien que se sienta con un indigente en la calle y lo escucha, o en el papa que toma tiempo de sus citas oficiales para visitar a prisioneros, o en aquellos que dejan “buenos trabajos” para pasar sus vidas con personas con serias dificultades de aprendizaje. Todos estos son “regalos” que parecen inapropiados o arriesgados bajo los estándares culturales. Cuando él habla de la gracia de Dios en Cristo, ese es el tipo de regalo al cual Pablo se refiere.

¿Entonces lo que era característico sobre el mensaje de Pablo no era la gracia de por sí, sino cómo habló sobre ella?

Sí, Pablo no era el único judío de su tiempo que hablara sobre la gracia de Dios. Necesitamos evitar las caricaturas del judaísmo [del primer-siglo] como una religión de obras-justificación o legalismo que no sabía nada sobre la gracia divina. El lenguaje de la misericordia y la gracia de Dios estaban por doquier, pero no era lo mismo en todo sitio. La gente entendía la bondad de Dios, su generosidad, y misericordia de manera diferente. Comparado con sus conciudadanos judíos que hablaban sobre la gracia divina, Pablo enfatizó la gracia impartida sin importar el valor de la persona. Esto es la raíz de la política social radical de Pablo.

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La teología de Pablo sobre la gracia no tan sólo se refiere al entendimiento propio del individuo y su estatus ante Dios. Sino también se refiere a las comunidades que cruzaron límites étnicos, sociales y culturales. Esto es lo que hizo a Pablo tan controversial en su día. Su misión a los gentiles involucró decirles que ellos no tenían que adaptarse dentro de los límites culturales de la tradición judía. En su carta a los Gálatas, por ejemplo, critica enérgicamente a otros judíos cristianos que dicen que uno tiene que caber dentro de la caja cultural judía para ser cristiano. Pablo dice que no—Dios no le hizo ningún caso a dicha caja cultural.

Usted escribió que lo que inclina la teología de Pablo en esta dirección es Cristo. ¿Qué sobre Cristo es lo que requiere que Pablo radicalice el concepto de la gracia y así lo distinga de sus conciudadanos judíos?

En el corazón de la teología de Pablo no está una noción general sobre Dios, sino un descubrimiento del regalo de Dios en Cristo. Y este regalo, impartido en la muerte y resurrección de Cristo, obra en contra de todas las categorías de acuerdo a las cuales esperamos que Dios actúe.

Dios da a Cristo, que frustra nuestras nociones de opulencia, sabiduría, y poder. Y luego Dios trae vida de la muerte, en la resurrección de Cristo. De acuerdo a Pablo, todo en nuestro antiguo conjunto de valores es destruido. Pablo descubrió que el acto de Dios en Cristo transforma las condiciones de la realidad.

¿Es justo decir que la opinión de Pablo sobre la gracia surgió, en parte, de su propia experiencia personal?

Sí, la experiencia es una parte integral de la teología de Pablo. Antes de su conversión, Pablo estaba absolutamente entregado a cierto conjunto de normas y valores. Él perseguía a las iglesias de Dios. Después encontró la verdad sobre Cristo. Y esta experiencia subvirtió todo lo que él consideraba bueno o malo. Él pensaba que estaba el 100 por ciento correcto y descubrió que estaba el 100 por ciento equivocado. La gracia de Cristo lo alcanzó a pesar de estar completamente equivocado.

Y él encuentra el mismo fenómeno en su misión a los gentiles. Estas personas tienen la ascendencia errónea, las ideas erróneas sobre Dios, y las prácticas erróneas. Aun así, Dios les da Su Espíritu. Bajo los estándares judíos, ellos no tenían valor alguno. Sin embargo la gracia de Dios pasó por alto su falta de valor.

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Algunos aspectos de lo que usted está hablando parecen alinearse con lo que se llama la “Nueva Perspectiva sobre Pablo.” Sin embargo otros elementos parecen resonar con el punto de vista protestante tradicional. ¿Cómo encaja el trabajo suyo dentro del debate entre la Nueva Perspectiva y la Perspectiva Tradicional?

Es desafortunado lo polarizada que se ha convertido la conversación. Desde la década de los años 70, la Nueva Perspectiva se ha puesto a sí misma en contra de las lecturas de Reforma de Pablo. Ha criticado a Lutero particularmente por fundamentalmente malinterpretar a Pablo. Pero lo que veo en los Reformadores como Lutero y Calvino es un magnífico redescubrimiento de la teología de gracia de Pablo. Por supuesto, tuvieron que re- contextualizar la teología de Pablo para que tuviera el efecto máximo, así que lo dirigieron contra la noción de que podemos hacernos favorables delante de Dios a través de buenas obras.

La Nueva Perspectiva ha tratado de redescubrir el contexto histórico original en el cual Pablo mismo ministraba. Y este contexto es completamente distinto al del siglo 16.

También estoy tratando de descubrir la raíz de la teología de Pablo. La Nueva Perspectiva ha dicho que el tema de la gracia no estaba en el corazón de la teología de Pablo. La Nueva Perspectiva también cree que la teología de Pablo se formó en su contexto histórico, en y por su misión entre los no judíos. Como resultado, la Nueva Perspectiva se ha concentrado más en las dimensiones sociales de los pensamientos de Pablo, y ha puesto a un lado la gracia. Pero la gracia realmente estaba en el centro de su teología.

Cuando uno entiende el punto de vista de Pablo sobre la gracia, entonces vemos cómo esto informa su práctica social. Aunque yo no estoy de acuerdo con la Nueva Perspectiva en que pusieron a un lado la gracia dentro del pensamiento de Pablo, estoy de acuerdo con su énfasis de que Pablo estaba fundamentalmente preocupado con crear nuevas comunidades que cruzaran las líneas étnicas y sociales.

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Así que al alejarnos de las caricaturas del judaísmo del primer siglo, necesitamos tener cuidado de no reducir la postura radical de Pablo.

Sí. La Nueva Perspectiva insiste correctamente que el judaísmo no era sencillamente una religión de obras-justificación y de legalismo. Eruditos como E. P. Sanders y N. T. Wright han insistido que el judaísmo era una religión de gracia. Pero ¿qué queremos decir por gracia? Hay muchos puntos de vista distintos. Lo que es distinto sobre Pablo es su énfasis de que la gracia no tan sólo es un regalo impartido generosamente o por adelantado, pero un regalo impartido precisamente sin tener en cuenta la calidad o valor anterior [del receptor].

Diversos grupos protestantes se diferencian a sí mismos de otros basados en su entendimiento de gracia. ¿Algunas tradiciones protestantes interpretan mejor a Pablo que otras?

Una buena interpretación teológica, en mi opinión, nunca sólo repite el texto bíblico. Más bien, llega al corazón del texto y lo hace real en un contexto nuevo. Por lo tanto, lo que une a los protestantes es nuestro entendimiento que Pablo habla de la gracia como regalo inmerecido. Eso fue lo genial en el redescubrimiento de Lutero sobre Pablo, yo pienso, y obviamente ha influenciado a toda la tradición protestante. Pero Lutero estaba increíblemente ansioso sobre alguna noción de circularidad—que le damos a Dios para que Él nos dé otra vez. Lutero estaba ansioso sobre cualquier lenguaje de obligación u obediencia si eso implicaba tratar de ganar el favor de Dios.

Como resultado, algunos protestantes creen que es inapropiado para Dios esperar algo de regreso, porque de alguna manera obraría en contra de la gracia—que Dios nos da y no le importa lo que hagamos. Por otro lado, los calvinista y, en maneras distintas, las tradiciones metodistas-wesleyanas han entendido correctamente que el regalo de Dios en Cristo está basado en condiciones, en cierto modo. Aunque no haya un valor anterior para recibir el regalo, Dios ciertamente espera algo de regreso. Pablo espera que los que reciban el Espíritu sean transformados por el Espíritu y anden en el Espíritu. Cómo él dice, estamos bajo la gracia, que legítimamente puede conducir a la obediencia, aun a la obligación.

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¿En qué han fallado estos intérpretes o minimizado con respecto a Pablo?

Pablo habló sobre la gracia dentro del contexto misionero. En ese marco, el regalo de Dios en Cristo no presta atención al valor humano, y eso significó que las iglesias de Pablo podían liberarse de las normas destructivas de la competencia destructiva, el estatus de jerarquía, y las divisiones étnicas que gobernaban su contexto social en el mundo greco-romano. Pero una vez que el cristianismo se extendió, esta teología misionera se centró en sí misma y se volvió en contra de los intentos de lograr méritos cristianos.

Por lo tanto ¿el mensaje de gracia se volvió menos sobre convertir a la gente y más en un punto de disputa dentro de la iglesia misma?

Sí. La teología de Pablo sobre la gracia ha sido dirigida a los motivos internos y el entendimiento propio de la gente que ya es cristiana. Pero en su contexto original, la teología de gracia de Pablo era más radical socialmente. Eso es lo que yo creo que necesita ser activado otra vez el día de hoy.

¿Podría el reconsiderar el pensamiento de Pablo sobre la gracia ayudar a los protestantes a lograr una mayor unidad de la que han tenido anteriormente?

Podemos cuando menos comenzar a entendernos mejor unos a otros. Todos utilizamos la palabra gracia. Y muchos de nosotros pensamos que todos queremos decir lo mismo. Pero cuando hablamos de ello, encontramos que en realidad estamos en desacuerdo sobre ciertos aspectos, y tendemos a pensar que creemos en la gracia más que la otra persona. En realidad, sencillamente mantenemos distintos entendimientos de lo que la gracia significa.

En el libro, explico seis formas de cómo se entiende la gracia. Podemos cuando menos entender por qué utilizamos el mismo lenguaje aunque estamos en desacuerdo sobre el concepto.

Al final de su libro, usted sugiere que la opinión de Pablo debería constantemente cuestionar las normas por las que nos valoramos nosotros mismos y a otras personas. ¿Qué significa eso para las iglesias el día de hoy?

Primero, significa que no existen límites del alcance de la gracia de Dios. Ambos Pablo y Jesús convivían con personas que ni en lo más mínimo eran respetables. Al hacer eso, tomaron grandes riesgos sociales. La gracia de Dios opera más allá de nuestras normas de lo que es civil, propio, o justo. Y eso desafía nuestros prejuicios ocultos. ¿Por qué desconfiamos de los inmigrantes, estigmatizamos al pobre, o despreciamos a ciertos grupos socioeconómicos? ¿Por qué somos tentados a pensar que las personas que no tienen cónyuge o trabajo, o que no tienen un físico igual al de los ideales culturales, han fallado de algún modo? ¿Los valores de quién estamos usando?

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Pablo aprendió que los regalos de Dios no seguían los valores que él siempre supuso que estaban correctos. El evangelio tiene su propio conjunto de valores, que puede que no concuerden, tanto como pensamos, con los valores que heredamos.

Lo que damos por hecho que tiene valor—nuestro lugar en una jerarquía, nuestra clase social, nuestra riqueza, nuestra educación, lo que sea—no cuenta para nada cuando Cristo nos encuentra. En el tiempo de Pablo, las formas principales de jerarquía fueron desarrolladas alrededor del género, la etnicidad, y el estatus legal. A los hombres se les consideraba ser más importantes que las mujeres, a los judíos se les consideraba más importantes que a los no judíos, y a una persona libre se le consideraba de mayor valor que a un esclavo. Pablo dice que ante los ojos de Dios, ninguna de estas líneas sociales importa. “Ya no hay judío ni griego, esclavo ni libre, hombre ni mujer” (Gál 3:28).

Lo que yo encuentro tan profundo es la capacidad de la gracia para disolver nuestros sistemas inherentes y heredados—lo que llamaríamos capital social. Lo que cuenta ante Dios no es de lo que nos orgullecemos—o lo que hace que dudemos de nosotros mismos. Lo que cuenta es sencillamente que somos amados en Cristo. Esto es enormemente liberador, no tan sólo a nosotros como individuos sino también a las comunidades, porque les otorga la capacidad de reformar y ser contraculturales.

Es por eso que algunas de las iglesias más emocionantes el día de hoy no necesariamente son las grandes, sino más bien las iglesias pequeñas, multiculturales, urbanas donde uno descubre que las distintas etnias e idiomas no cuentan ante Dios. Nuestra educación, edad, nuestro trabajo, la clase de música que escuchamos, los libros que leemos—esto finalmente no nos define. Lo que nos define es quiénes somos en Cristo. Todos estamos juntos al mismo nivel y por lo tanto somos capaces de formar relaciones contraculturales a pesar de nuestras diferencias. Y eso abre la posibilidad para comunidades cristianas enormemente creativas.

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