Este artículo fue publicado en colaboración con la Conferencia Nacional de Liderazgo Cristiano Hispano (NHCLC, por sus siglas en inglés).

Estaba de visita en Rio Grande City, Texas un pequeño pueblo en la frontera al cruzar el río del pueblo donde yo nací y pasé los primeros 15 años de mi vida en el lado mexicano. Estábamos visitando con la familia y la televisión estaba prendida a bajo volumen. Donald Trump empezó a dar su discurso anunciando que estaba corriendo para presidente. Después de terminar su discurso, uno de mis familiares me preguntó que qué pensaba yo. Le dije, “oh, es un mero truco publicitario, nadie va a votar por él.” Más de 13 millones me mostraron lo equivocado que estaba, al votar por Trump como candidato Republicano para la presidencia.

En esta edición de CThoy se incluyen dos artículos de Ron Sider y James Dobson donde explican sus razones para votar por el candidato de su preferencia. Toda elección tiene cierto nivel de ansiedad. Los asuntos de raza, etnicidad, y afiliación religiosa contribuyen su parte a este sentido de ansiedad.

Según la encuesta del Pew Research Center, los evangélicos blancos prefieren a Trump en un 78 por ciento comparado con un 17 por ciento que prefieren votar por Clinton. Así que, aunque el votante en general se encuentra en conflicto en cuanto a por quién votar, los evangélicos blancos parecen ya haberse decidido firmemente a favor de Trump. A pesar de todos los problemas de moralidad y carácter que Trump muestra, los evangélicos blancos lo encuentras el candidato más atractivo.

La comunidad negra ha rechazado rotundamente la candidatura de Trump, sólo el 1% dicen que van a votar por él de acuerdo a una encuesta de Quinnipiac poll; o el 6% según otra encuesta del NBC News-Wall Street Journal-Marist. La visión que Trump presenta para el futuro de Norteamérica no es una visión atractiva para el votante negro. A eso le agregamos el hecho de que el voto negro por décadas ha consistentemente escogido el lado Demócrata.

Los votantes hispanos reflejamos preferencias menos definidas según una encuesta del Pew Research Center. Aquellos de primera generación que prefieren hablar Español, o que son bilingües, favorecen a Clinton con un 80 por ciento comparado a un 11 por ciento a favor de Trump. Los hispanos que prefieren el inglés favorecen un poco mejor a Trump que el resto de los hispanos, un 48 por ciento a favor de Clinton, y un 41 por ciento a favor de Trump. Pero es muy obvio que la retórica anti hispana de Trump se deja ver en las tasas tan bajas de apoyo a su candidatura por parte de los hispanos en general. Pero ya que la retórica anti hispana de Trump tiene un enfoque anti-inmigrante, se puede entender por qué entre más lejos se encuentre uno como hispano de la comunidad inmigrante (en términos de lengua y cultura), lo más dispuesto que está el votante a pasar por alto el tono preponderantemente anti-hispano de la campaña de Trump.

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Una de las características del pueblo hispano en Estados Unidos es que tenemos una tasa más baja de votantes registrados (58 por ciento) que los blancos (95 por ciento) o los negros (87 por ciento) según una encuesta de Gallop. Eso pone a nuestra población en una seria desventaja en cuanto a posibilidades de hacerse escuchar por los candidatos que terminan ganando las elecciones. Representamos el 17 por ciento de la población del país, pero sólo el 8.12 por ciento de los votantes registrados. Parte de esa diferencia en la tasa se puede atribuir a los hispanos que son residentes pero no ciudadanos, y por lo tanto no pueden votar.

El mandato de Cristo de darle a César lo que es de César significa en su nivel más básico que debemos contribuir con nuestros impuestos para el bienestar del estado (Marcos 12:17). Muchos de nosotros que venimos de una perspectiva evangélica Latinoamericana crecimos con una desconfianza natural del gobierno y de la vida pública. Obedecíamos los mandamiento de pagar nuestros impuestos y diligentemente obedecíamos todas las demás leyes de nuestro país, pero no queríamos ninguna participación en puestos gubernamentales y teníamos poca confianza en participar en el proceso político.

Antes de hacerme ciudadano en los 1970s, me causó gran sorpresa como evangélico mexicano descubrir que un Cristiano nacido de nuevo, Jimmy Carter, estaba corriendo para presidente. Fue un deleite ver la interacción entre la iglesia y el estado que mostraba respeto por la iglesia y esperanza para el estado. El estado necesita de la participación ordenada de sus ciudadanos en la tarea de escoger a los gobernantes que han de servir al pueblo. Así que podemos decir que dar a César lo que es de César incluye nuestra participación responsable en el proceso político como votantes y también en puestos de liderazgo en el gobierno.

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Como creyentes hispanos queremos ser buenos ciudadanos de este país, ya sea que haya sido nuestro país de nacimiento o de adopción.

Aun aquellos que no pueden votar porque no son ciudadanos, pueden hacer uso de su influencia para animar a aquellos familiares o amigos que sí son ciudadanos a que no dejen pasar la oportunidad de votar. Hagamos todo lo que esté de nuestra parte para crear una consciencia de responsabilidad cívica en nuestro círculo de influencia. Como hispanos, nuestra baja tasa de votantes registrados hace aun más importante que no desperdiciemos la oportunidad de votar.

Por lo tanto, en estas elecciones, no se quede en casa. Vaya y vote. Este año tiene todo el potencial para ser el año en que veamos un aumento en los votantes hispanos. ¡Usted puede ayudar a que así sea!

Javier Elizondo es editor de CT en español y Director de Desarrollo del Baptist Credit Union en San Antonio, Texas.

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