¿Cómo podemos leer las Escrituras como personas de carne y hueso que vivirán con un Salvador de carne y hueso por toda la eternidad? Una respuesta inesperada a esa pregunta sugiere estudiar la geografía bíblica. Si la palabra geografía hace que le dé sueño, entiendo. Yo no conseguí aprobar las clases de lectura de mapas en ciencias sociales en segundo grado, lo que incitó mi desinterés por los mapas bíblicos durante los quince años siguientes. No fue sino hasta que comencé a enseñar una clase que incluía mapas en el currículo bíblico que comencé a darme cuenta de toda la luz que la geografía podía ofrecer.

Ahora sé que no solo es posible aprender la geografía de las Escrituras, sino que estudiarla ofrece beneficios espirituales y misionales. Trazar la obra de Dios en el mundo físico nos prepara para participar en su obra de resurrección en nuestras vidas y comunidades. Aquí tiene cinco razones para ello.

1. La geografía nos recuerda que Dios siempre ha estado obrando en el mundo físico.

Cuando leemos Génesis 25-33 con un mapa al lado de nuestras Biblias, nos damos cuenta de que Dios se muestra en momentos cruciales de la vida de Jacob: en Betel antes de que huyera a la tierra prometida y en Peniel antes de que volviera a entrar en ella, como ha señalado [enlaces en inglés] David W. Cotter. Jacob nombra estas ubicaciones «casa de Dios» y «rostro de Dios» para conmemorar sus encuentros con la presencia y el poder de la gracia de Dios durante estos momentos de vulnerabilidad. La revelación de Dios no es abstracta ni puramente espiritual. Está enraizada en importantes ubicaciones geográficas.

Desde Génesis, Dios ha estado entretejiéndose en el terreno de la historia, buscándonos y llamándonos a regresar a casa. El estudio de la geografía bíblica deshace la falsa dicotomía entre lo físico y lo espiritual al resaltar lugares específicos donde Dios se introdujo en nuestro mundo. Al trazar la misión de Dios sobre un mapa, recordamos que Dios siempre se ha esforzado por encontrarse con nosotros en el mundo físico, tanto ahora como en la eternidad (Apocalipsis 21:1-5).

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2. La geografía nos ayuda a conocer a los personajes bíblicos como humanos de carne y hueso, y a notar que somos como ellos.

Traza el viaje de Rut y Noemí para huir de la hambruna en Moab hasta los campos de cebada de Belén, que literalmente significa «casa de pan». Si meditamos en los viajes de estas mujeres, es más probable que podamos empatizar con la amargura y el hambre que experimentaron, en vez de ignorar la breve anotación de que «las dos mujeres siguieron caminando hasta llegar a Belén» (Rut 1:19). Este contexto ahonda nuestra comprensión de la provisión de Dios para los cuerpos de Rut y Noemí, y no solo para sus almas.

Tomarnos en serio la encarnación de los personajes de la Biblia nos permite tomarnos también en serio nuestra propia encarnación. La geografía nos ofrece una manera de acordarnos de que nuestros cuerpos y sus circunstancias importan para el Redentor que tendrá un cuerpo para toda la eternidad.

3. Leer geográficamente nos ayuda a relacionarnos con el entorno del texto de una manera activa.

La geografía nos invita a sumergirnos en el mundo de la Biblia y a hacernos preguntas mientras leemos. ¿Cuál es la ubicación de Belén con respecto a las grandes rutas comerciales y las fronteras? ¿Cuál es su elevación, sus recursos naturales y su modo de vida? ¿Qué otros sucesos bíblicos sucedieron allí? ¿De qué manera el contexto geográfico contribuye a nuestra comprensión de un pasaje bíblico específico? Estas preguntas se convierten en barandillas que encauzan nuestro estudio bíblico dentro del mundo físico, impidiendo que espiritualicemos o alegoricemos de más el texto.

Podemos incluir la geografía en nuestro estudio bíblico al esbozar mapas en los márgenes de nuestras Biblias, usando un atlas bíblico o un diccionario, registrando el kilometraje de los viajes de los personajes bíblicos, consultando colecciones de fotografía o video, o visitando por nosotros mismos los escenarios bíblicos. Si damos clases bíblicas, podemos incluir proyectos e ilustraciones basados en la geografía en nuestros mensajes, recordando que la organización visual de la información incrementa significativamente la participación y la retención de los oyentes. Estas estrategias activas honran el modo en que Dios nos ha creado y en el que un día nos resucitará.

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4. Aprender geografía nos muestra el alcance de la misión de Dios.

¿Alguna vez has pensado en por qué Marcos incluye dos historias en las que Jesús alimenta a grandes multitudes (Marcos 6:30-44; Marcos 8:1-10)? Cuando navegué por el mar de Galilea, un instructor del de la Universidad de Jerusalén señaló que en tiempos de Jesús la orilla occidental era el lado judío, y la oriental era el lado gentil. Me sentí iluminada cuando me di cuenta de que Jesús alimentó a las multitudes tanto del lado judío como del lado gentil para demostrar que Él es el Pan de Vida para todas las personas.

Trazar las fronteras políticas del primer siglo alrededor del mar de Galilea trae luz al pueblo multiétnico de Dios. Este Mesías judío cruzó el lago hacia el distrito gentil, llevando el reino de Dios a más personas. Las referencias a «el otro lado del mar de Galilea» o «la otra orilla» sirven para mucho más que para simplemente desarrollar la trama: muestran el amor de Jesús por las naciones.

La conciencia geográfica también nos capacita para pensar misionalmente. Jesús le dijo a un antiguo endemoniado que se quedara en el lado gentil del lago y compartiera las buenas nuevas del reino con su comunidad (Marcos 5:19-20). Jesús le encargó a Pablo que dejara su comunidad e invitara a los gentiles al reino de los cielos, e hizo que se dirigiera hacia el Oeste para establecer comunidades cristianas en ciudades portuarias estratégicas (Hechos 9:15). Trazar sobre un mapa el llamado de Dios para individuos específicos nos recuerda que hay precedentes bíblicos tanto para quedarse como para marcharse. También nos inspira a relacionarnos intencionalmente con el paisaje en el que Él nos ha situado.

5. La geografía da forma a nuestra perspectiva del Dios crucificado y resucitado.

Leer el Antiguo Testamento con un mapa en la mano destaca el compromiso de largo plazo que Dios hizo para encontrarse con su pueblo en el mundo físico. El ministerio de Jesús continúa esta trayectoria, poniéndonos cara a cara con el Dios que tanto amó al mundo que murió para restaurarlo (Juan 3:16). «Y el Verbo se hizo hombre y habitó entre nosotros» nos suena más auténtico cuando estudiamos los lugares donde Él vivió, murió y se levantó de los muertos (Juan 1:14).

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Estando cerca de Nazaret, el hogar de la infancia de Jesús, descubrí que Él había crecido en un pequeño pueblo judío muy conservador. Pensar en el escenario de su infancia, ya sea a través de un viaje o de un libro como In the Steps of Jesus [En los pasos de Jesús] de Peter Walker, nos presenta a un Jesús del primer siglo que era un rabí judío. La geografía es el vehículo que nos transporta a su mundo cultural para que podamos entender su vida y su ministerio de una manera más auténtica.

El hecho de que al momento de la crucifixión de Jesús «… la cortina del santuario del templo se rasgó en dos, de arriba abajo…» (Mateo 27:51), enfatiza su intención de dar la bienvenida a su pueblo para que habite con Él por la eternidad. Como señala la investigación de Barry Beitzel, las apariciones de su resurrección se expanden hacia fuera, desde Jerusalén hasta los confines de la tierra, resaltando así la misión global de Jesús (Hechos 1:8).

Durante una de esas apariciones en el camino a Emaús, Jesús guió a dos de sus discípulos en una discusión acerca de que el Mesías tenía que sufrir (Lucas 24:13-27). Sin que ellos lo reconocieran, el Salvador crucificado y resucitado viajaba con ellos, iluminando su propia identidad por todas las Escrituras.

En el camino le dieron sentido a su misión, y cuando se sentaron a la mesa reconocieron al Mesías. Cuando nos unimos a ellos en los caminos y los paisajes de las Escrituras nosotros también damos mayor sentido a la misión de Dios.

Leer la Biblia geográficamente es una disciplina espiritual que influye en nuestra teología de Dios, el reino que viene y nuestro papel en él. Cristo ha muerto y ha resucitado. Nosotros moriremos y resucitaremos. Habitaremos con Dios con cuerpos físicos en lugares físicos.

Al observar cómo las historias y los sermones de las Escrituras tienen su fundamento en paisajes de la Tierra, comprenderemos la misión de Dios en el mundo físico de una manera nueva y tangible.

Kelsa Graybill tiene un máster en exposición bíblica por la Talbot School of Theology y escribe sobre la intersección entre las Escrituras y la formación espiritual en kelsagraybill.com.

Traducción por Noa Alarcón.

Edición en español por Livia Giselle Seidel.

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