Desde su epicentro en Wuhan, China, el reciente brote de coronavirus está generando pánico e interrumpiendo los viajes y el comercio alrededor del mundo. Al primero de marzo, más de 3,000 personas han muerto en China y más de 95,000 han sido infectados en 75 países, un número mayor al de la epidemia de SARS en marzo de 2003.

Los ciudadanos en Wuhan, una ciudad principal en el centro de China, comparable a Chicago, se encuentran bajo un cierre de emergencia ordenado por el gobierno. Las actividades públicas se han detenido, incluyendo las celebraciones para el año nuevo chino (que comenzó el pasado 25 de enero). Los cristianos chinos, en Wuhan y en toda China, han enfrentado decisiones difíciles en cuanto a regresar a sus hogares a visitar a sus familiares (como millones de chinos tienen por costumbre durante las fiestas del año lunar), huir del país o incluso seguirse reuniendo para los servicios dominicales regulares.

Pero ¿es correcto que los seguidores de Jesús huyan de una epidemia cuando la gente está sufriendo y muriendo?

En el siglo XVI, los cristianos alemanes le pidieron al teólogo Martín Lutero que respondiera a esta misma pregunta.

En 1527, menos de 200 años después de que la Peste Negra matara a casi la mitad de la población de Europa, la plaga resurgió en el mismo pueblo de Lutero, Wittenberg, y en ciudades aledañas. En su carta “Sobre si se debe huir de una plaga mortal”, el célebre reformador sopesa las responsabilidades de los ciudadanos ordinarios durante el contagio. Su consejo sirve como una guía práctica para los cristianos que enfrentan brotes de enfermedades infecciosas en la actualidad.

En primer lugar, Lutero argumentó que cualquiera que se encuentra en un rol de servicio a otros, tiene el compromiso vocacional de no huir. "Aquellos en el ministerio", escribió, “deben mantenerse firmes ante el peligro de muerte”. Los enfermos y desahuciados necesitan un buen pastor que los fortalezca, los consuele y les administre los sacramentos. Para evitar que les sea negada la eucaristía antes de morir. Oficiales públicos, incluyendo alcaldes y jueces, deben quedarse y mantener el orden cívico. Servidores públicos, incluyendo médicos y policías pagados por el gobierno, deben continuar con su labor profesional. Incluso los padres de familia y tutores tienen un llamado vocacional hacia sus hijos.

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Lutero no limitó el cuidado de los enfermos a los profesionales de la salud. En un momento donde Wuhan enfrenta escasez de camas de hospital y personal, su consejo es especialmente relevante. La ciudad, una de las más grandes de China con una población de alrededor de 11 millones, está en proceso de construir rápidamente dos nuevos hospitales para ingresar a las crecientes multitudes de pacientes con coronavirus. Ciudadanos laicos, sin ningún entrenamiento médico, podrían encontrarse en la situación de cuidar a los enfermos. Lutero desafía a los cristianos a ver oportunidades para atender a los enfermos como si estuvieran cuidando a Cristo mismo (Mateo 25:41-46). Del amar a Dios emerge la práctica del amor a nuestro prójimo.

Sin embargo, Lutero no anima a sus lectores a exponerse a sí mismos al peligro de manera imprudente. Su carta insiste de manera constante en dos bienes en aparente contradicción: honrar lo sagrado de la vida propia y honrar lo sagrado de aquellos en necesidad. Lutero deja claro que Dios brinda a los humanos la tendencia hacia la autoprotección y confía en que ellos cuidarán de sus cuerpos (Ef. 5:29, 1 Cor. 12:21-26). “Todos nosotros dice Lutero tenemos la responsabilidad de protegernos de este veneno lo mejor que podamos, porque Dios nos ha mandado a cuidar de nuestro cuerpo”. Él defiende las medidas de salud pública como las cuarentenas y la búsqueda de atención médica cuando esté disponible. De hecho, Lutero plantea que no hacerlo, es actuar con imprudencia. Así como Dios ha dotado de un cuerpo a los humanos, también ha brindado las medicinas de la tierra.

¿Y si un cristiano aun así desea huir? Lutero afirma que esto, de hecho, es una fiel respuesta del creyente, siempre que su prójimo no esté en peligro inmediato y que deje sustitutos para “cuidar de los enfermos en su lugar y atenderlos”. Notablemente, Lutero también recuerda a sus lectores que la salvación es independiente de estas buenas obras. Por último, deja la tarea a los “cristianos devotos...de tomar su propia decisión y conclusión”, ya sea huir o quedarse durante las plagas. Confía en que llegarán a una decisión fiel al orar y meditar en las Escrituras. La colaboración en el cuidado de los enfermos emana de la gracia, no de la obligación.

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No obstante, Lutero mismo no tenía temor. A pesar de las exhortaciones de sus colegas universitarios, él se quedó atrás para ministrar a los enfermos y desahuciados. Instó a sus lectores a servir a su prójimo sin temer a “un pequeño brote”.

A pesar de que los hijos de Dios enfrentan sufrimientos terrenales, aquellos que proclaman tener fe en Cristo comparten la promesa celestial de ser libres de la enfermedad y el sufrimiento. En una carta abierta que hace un llamado a la oración por parte de cristianos alrededor del mundo, un pastor anónimo de Wuhan afirma: “La paz (de Cristo) no está para quitarnos del desastre y la muerte, sino para tener paz en medio del desastre y la muerte, porque Cristo ya venció estas cosas”. Tanto Lutero como el pastor de Wuhan expresan la realidad del dolor, pero reconocen que la muerte y el sufrimiento no tienen la última palabra.

Esta semana, mis abuelos en China me enviaron un mensaje diciendo que están bien, pero que están viviendo “como ratas” en su departamento, saliendo solo cuando es necesario. Curiosamente, en el Zodiaco chino, el 2020 es el año de la rata; el animal que esparció pulgas portadoras de plagas a través de Europa en el siglo XIV.

Mis abuelos viven al oeste de Wuhan en la provincia de Sichuan, donde se han confirmado más de 100 casos de coronavirus. No puedo evitar pensar en ellos y en mis otros familiares que hoy viven en China. Con la intención de enviarles mascarillas, sabiendo que se terminaron en muchas tiendas en Asia, mis papás y yo descubrimos esta semana que incluso en las tiendas de Estados Unidos se han agotado.

En un ambiente de pánico por el brote, vuelvo a la carta de Lutero para buscar guía. Como estudiante de medicina y futuro médico, tengo un claro compromiso vocacional de cuidar a los enfermos, ya sea que tengan coronavirus, tuberculosis o influenza. Sí, tomaré mis precauciones, por supuesto. Pero Lutero me recuerda, que ellos también son individuos merecedores de recibir cuidados.

“¿Cuándo te vimos enfermo?” preguntaron los justos en la parábola de las ovejas y los cabritos, a lo que Jesús respondió: “De cierto os digo que en cuanto lo hicisteis a uno de estos mis hermanos pequeñitos, a mí lo hicisteis” (Mateo 25:39-40). Si el coronavirus invade nuestras comunidades o, más bien, cuando lo haga, ¿responderemos con fidelidad?

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Emmy Yang es becario de teología, medicina y cultura en Duke Divinity School y estudiante de medicina en la Icahn School of Medicine at Mount Sinai.

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