Este artículo fue publicado originalmente en inglés en octubre de 2022.

Los edificios de apartamentos se construyeron para los trabajadores durante el declive de la república oriental alemana: unos edificios formidables, montados por medio de bloques prefabricados de hormigón. Sin embargo, hoy los edificios Plattenbauen, como se les suele llamar, son el hogar de familias migrantes de Ucrania, Eritrea, Afganistán, Rumania, Nigeria y Siria.

«Cada bloque de apartamentos tiene su propia comunidad, su propia dinámica y su propia cultura», dice Ute Paul, cristiana alemana, mientras camina por el suburbio de Gotha, en Alemania.

Cuando llega a Coburger Place, una plaza central con tiendas y un pequeño casino que funciona como el principal lugar de entretenimiento del vecindario, Paul apunta a otra señal de cambio y nueva vida: un pequeño escaparate con palabras escritas en el ventanal: «De la oscuridad a la luz».

El establecimiento es el lugar de reunión de la misión Semilla de Mostaza del distrito [The Mustard Seed Project, enlaces en inglés]. Allí, durante los últimos siete años, Michael Weinmann y su esposa Christiane han «experimentado con nuevas formas de comunidad en Gotha-West», dice Paul. Ella y su esposo Frank se unieron a los Weinmann el año pasado.

Desde que el equipo del proyecto Semilla de Mostaza empezó a explorar formas de ministrar a los recién llegados a Gotha, han tenido que renunciar a lo que daban por sentado acerca de las misiones y se han tenido que adaptar a las realidades cambiantes de cada día para servir a las personas que Dios ha puesto frente a ellos. Ahora se centran menos en los eventos y más en «las relaciones, los encuentros “accidentales”, y en la vida natural del distrito», dice Paul.

El resultado, dice Paul, ha sido la creación de «una vibrante red de relaciones entre personas de diferentes trasfondos y orígenes, de todas partes del mundo».

El proyecto Semilla de Mostaza es solo un ejemplo de cómo el movimiento de los migrantes económicos, los buscadores de asilo y los desplazados internos está cambiando los ministerios evangélicos en Europa. Las organizaciones cristianas han tenido que reformar sus instituciones y repensar su comprensión del ministerio.

La migración no es algo nuevo para Europa. Sin embargo, desde 2013 han llegado cerca de 17.2 millones de migrantes provenientes de países externos a la Unión Europea. Han llegado de uno en uno, de dos en dos, y en familias enteras, a menudo traumatizados tras haber sido despojados de sus posesiones materiales, para intentar formar nuevos hogares en países como Alemania, España, Reino Unido e Italia.

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Con su llegada, han levantado acalorados debates acerca la cultura, los valores y la identidad religiosa europea.

Muchas iglesias han tenido un papel clave en su integración. Los cristianos han recibido a los inmigrantes, les han suplido de abrigos e insumos para sus necesidades básicas, los han ayudado a aprender una nueva lengua, y los han acompañado a través de los procesos burocráticos necesarios para comenzar su nueva vida.

Según un estudio de 2018 de la Comisión de Iglesias para los Migrantes en Europa (CCME, por sus siglas en inglés), este recibimiento ha sido algo más que mera hospitalidad. Además de ayudar con servicios sociales cruciales, la bienvenida de los cristianos proporcionó «recursos simbólicos para una autoidentificación positiva y oportunidades de interacción».

Pero este proceso también ha implicado una transformación de las iglesias europeas.

La CCME hizo un estudio con 74 congregaciones protestantes, que abarcaban desde iglesias «oficiales» o privilegiadas por el estado, hasta iglesias evangélicas y pentecostales que han ministrado a migrantes en 22 países. El estudio descubrió que, para el año 2020, la mitad de estas iglesias habían comenzado a contar inmigrantes entre sus asistentes. En cerca de un cuarto de ellas, los migrantes ahora eran una notable minoría. En otro veinte por ciento, los recién migrados se habían convertido en mayoría.

Esto ha significado un cambio no solo en la apariencia de las iglesias europeas, sino en la forma de hacer iglesia, dice Israel Oluwole Olofinjana, ministro bautista de Nigeria que ahora sirve en Essex, al sureste de Inglaterra.

Mientras las iglesias han presenciado la llegada de migrantes a sus bancas y a las comunidades locales, Olofinjana dice que ellos «han tenido que repensar quién hace los planes, quién habla, quién lidera».

No es opcional, dice.

«No puedes hablar de una obra dinámica del evangelio en Europa y no pensar en los migrantes y en los cristianos de la diáspora como un elemento clave de lo que piensas y haces», dice él. «Ellos se están convirtiendo en el centro de la teología europea, batallando con temas como la ética social cristiana, los problemas migratorios y la misión a largo plazo de la iglesia».

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Cuando los migrantes hacen esto, aportan una nueva perspectiva a lo que significa ser cristiano en Europa.

«Se nos ha descrito como “misioneros desde abajo”, porque venimos de contextos de sufrimiento y trauma, afectados por problemas económicos y persecución», dice Olofinjana. «Todos tenemos estos desafíos e historias caóticas, pero en medio de todo ello, el Espíritu de Dios se está moviendo. Estamos aquí para un momento como este: para ayudar a Europa a ver cómo puede verse el reino de Dios en el siglo XXI».

Parte de todo esto significa plantar nuevas iglesias y construir nuevas instituciones para suplir las necesidades cambiantes.

Por ejemplo, en Roma, la Iglesia Cristiana China de Italia decidió renovar un antiguo hotel cerca de la Universidad Tor Vergata para abrir un nuevo seminario. Inaugurado en abril de 2022, el Seminario Teológico Chino Italiano (ICTS, por sus siglas en inglés) es un proyecto conjunto de 57 iglesias chinas del país, los bautistas Ma de Hong Kong y 22 iglesias de toda Italia y Europa.

John Kwok, pastor chino en Canadá y director del ICTS, dijo que ha habido una explosión de iglesias chinas en toda Europa en los últimos años. Eso creó la necesidad de un seminario.

«Durante mucho tiempo, cientos de líderes eclesiales no recibían una formación teológica oficial o completa, o tenían que viajar a Hong Kong para conseguirla», dice Kwok. «Pero ahora, como el mundo está cambiando, más gente necesita los servicios profesionales de los pastores. Saben que el modelo anterior tenía limitantes para alcanzar a más personas».

El ICTS será capaz de servir a las iglesias chinas de Italia y de otras partes al proveer de una educación teológica para los pastores, y una red para «formar misioneros, mejorar el cuidado pastoral, promocionar la obra evangélica y cumplir con la Gran Comisión», dice Kwok.

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Por ahora, la formación en el seminario se centrará en pastores y congregaciones que hablan mandarín y cantonés. En el futuro, el plan es que el seminario en Roma se convierta en un foco multicultural de misiones para el continente.

De regreso en Alemania, el misionólogo Detlef Blöcher, jefe del grupo de trabajo para la migración y la integración de la Alianza Evangélica Alemana, dice que las nuevas iniciativas como esta son como «una transfusión de sangre a la iglesia en Europa».

Blöcher se refiere a misiones como la del proyecto Semilla de Mostaza de Gotha-West, donde gente como Ute Paul y sus compañeros misioneros cooperan con los migrantes para crear nuevas formas de iglesia y comunidad cristiana.

«Necesitamos su contribución para poder testificar en nuestra sociedad postcristiana», dice Blöcher.

En medio de los imponentes bloques de apartamentos —donde los migrantes enfrentan discriminación, condiciones de trabajo injustas, además de las dificultades diarias de aprender una nueva lengua y sortear un nuevo contexto—, Paul dice que ellos hacen preguntas acerca de Jesús y la forma en que Él se conducía. La clave para ella y para otros alemanes, dice, es escuchar y aprender, dialogar y discernir lo que Dios está haciendo en medio de ellos.

«Es un simple proceso diario de estar cerca de las personas y ser sensibles a sus fortalezas y a las posibilidades que Dios les está presentando», dice ella.

Para Paul, eso significa dejar atrás modelos, mentalidades y métodos de misión paternalistas y descubrir un estilo de vida alternativo caminando junto a las personas, dando prioridad a las experiencias y fortalezas de los recién llegados.

«La realidad es que yo soy la invitada aquí en Gotha-West», dice ella. «Este es su hogar, no el mío».

Ken Chitwood es escritor y experto en religión global, y vive en Alemania.

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