Me encanta la interacción entre Nicodemo y Jesús en el Evangelio de Juan. Nicodemo acude a Jesús de noche para evitar ser juzgado por sus compañeros fariseos, porque quiere tener tiempo para hacerle preguntas sinceras. El guardián de las costumbres judías quiere llegar al fondo de lo que le intriga de este hombre que hablaba con tanta autoridad.

Jesús responde con paciencia y amabilidad a la franqueza de Nicodemo. Comunica que su misión en el mundo se encuentra enmarcada en el amor, lo que resulta interesante si tenemos en cuenta que Nicodemo era maestro de la ley. En su bondad, Jesús le muestra a Nicodemo que, con un amor de dimensiones universales, Dios dio a su único Hijo para que quien crea en Él no sea condenado a una eternidad sin Dios.

¿De qué clase de amor habla Jesús aquí? Sé que con frecuencia utilizamos esta palabra de forma genérica; sin embargo, a través de Jesús, Dios reveló el tipo de amor que nos tiene y el efecto que quería que ese amor tuviera en nosotros: «¡Fíjense qué gran amor nos ha dado el Padre, que se nos llame hijos de Dios! ¡Y lo somos! El mundo no nos conoce, precisamente, porque no lo conoció a él» (1 Juan 3:1).

La más grande revelación que Jesús hizo sobre el diseño y la profundidad del amor de Dios es que podamos ser llamados hijos de Dios. Pero este amor tuvo un costo enorme, como siempre sucede con el amor más grande. «Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos», dice Jesús en Juan 15:13.

No se trataba de un mero afecto, un sentimiento pasajero o un cariño especial hacia nosotros. El amor de Dios por nosotros es más profundo y amplio que el universo mismo, porque «Dios es amor. El que permanece en amor, en Dios permanece y Dios en él», dice el apóstol Juan en 1 Juan 4:16.

Aunque nacemos en una oscuridad que abarca las profundidades de nuestra alma, Dios envió a Jesús para irrumpir en la negrura con una luz lo bastante brillante como para iluminar los confines del universo. Jesús no se limitó a trazar los planos de la redención de Dios, sino que también incluyó la motivación de Dios: el amor.

Como dice el preciado himno navideño, esta es la «esperanza que todo el mundo siente» cada año cuando imaginamos el volumen insondable del amor de Dios por nosotros en la persona y la obra de Jesucristo.

Ronnie Martin es el pastor principal de Substance Church en Ashland, Ohio. También es director de renovación de líderes de Harbor Network y autor de siete libros.

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