La Biblia tiene mucho que decir sobre su propio propósito y autoridad. Entre los pasajes más famosos en este sentido se encuentra Segunda de Timoteo 3:16-17, donde Pablo escribe: «Toda la Escritura es inspirada por Dios y útil para enseñar, para reprender, para corregir y para instruir en la justicia, a fin de que el siervo de Dios esté enteramente capacitado para toda buena obra» (NVI).

Para Matthew Mullins, profesor adjunto de Inglés e Historia de las Ideas en el Southeastern Baptist Theological Seminary, versículos como estos son una guía indispensable sobre la forma en que los creyentes deberían leer la Palabra de Dios. Pero el problema surge, argumenta el autor, de una comprensión demasiado estrecha de palabras como enseñar, reprender, corregir e instruir, lo cual nos puede tentar a tratar la Biblia solamente como un manual de instrucciones acerca de lo que debemos creer y la manera en que debemos comportarnos.

En su libro Enjoying the Bible: Literary Approaches to Loving the Scriptures [Disfrutando la Biblia: Enfoques literarios para amar las Escrituras], Mullins muestra cómo el método de instrucción de la Biblia conmueve tanto la mente como el corazón. En otras palabras, funciona de manera similar a la poesía y otros tipos de literatura, porque instruye nuestras mentes a la vez que sacude nuestras emociones, y ambos efectos están tan íntimamente entrelazados que resulta casi imposible diferenciarlos. Jessica Hooten Wilson, autora e investigadora especializada en Teología y Literatura en la Universidad de Dallas, conversó con Mullins sobre la poesía como un umbral que conduce a un mayor goce de Dios y de su Palabra.

¿A qué público quiere llegar con este libro?

Estoy intentando llegar a todos aquellos que digan: «Quiero abrir este texto antiguo, diverso y grandioso y disfrutar cuando lo lea». Escribo a mis amigos y estudiantes cristianos evangélicos: personas que, al igual que yo, tienden a pensar en el propósito de las Escrituras como uno que prioriza la información y la instrucción por encima del deleite.

Y si soy sincero, también escribo el libro para mí mismo, como alguien que, a nivel visceral, disfruta más saturarse de Netflix que ahondar en la Biblia. Espero con más ansias el último álbum de mi banda favorita, que leer los Evangelios. Sé que no debería ser así, pero así es. Así que escribir este libro también fue un ejercicio espiritual.

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En el título del libro usted usa la palabra disfrutar. ¿A qué se refiere con «disfrutar» la Biblia? ¿Puede uno disfrutarla de la misma forma en que disfruta Netflix?

Mi título original para el libro estaba en las líneas de «No puedes entender la Biblia si no amas la poesía». Era un poco más polémico que el título final. Pero básicamente, por «disfrutar» la Biblia quiero decir algo muy similar a experimentar placer en ella. Sin embargo, mi convicción no es que deberíamos disfrutar la Biblia como un fin en sí mismo. Lo ideal sería que, al aprender a disfrutarla, cultivemos un mayor deleite en Dios mismo.

¿Por qué piensa que a muchos creyentes les resulta difícil disfrutar la lectura de la Palabra?

Al igual que yo, la mayoría de mis estudiantes crecieron en iglesias donde la Biblia es altamente apreciada. En parte, esto sucede porque nos gusta creer que puede actuar como un manual de instrucciones y darnos una guía práctica de lo que debemos hacer en la vida: ¿Debo ir a la universidad? ¿Debo ir a esta iglesia, o a esa iglesia? ¿Debo casarme con esta persona, o con esa? Cuando recorremos la Biblia solo buscando respuestas a esos tipos de preguntas, nos privamos del gozo de la lectura. Estaremos constantemente ansiosos sobre si estamos leyéndola de forma correcta.

En mi introducción, hablo de cómo tendemos a pensar de la Biblia como una cosa unificada, cuando de hecho es una colección increíblemente diversa de géneros literarios y formas literarias. Por lo tanto, malinterpretamos la forma en que debemos leerla. Lo que intento hacer en el libro es cambiar nuestra comprensión de lo que la Biblia es, y también cambiar nuestra comprensión de lo que significa entenderla.

Si la Biblia no es un manual de instrucciones, entonces ¿qué tipo de libro es? ¿Y qué clase de enfoque deberíamos aplicar al leerla?

Yo diría que la Biblia no es solo un manual de instrucciones. Es cierto que incluso cuando leemos algunos de los pasajes más poéticos de los Libros de la Sabiduría, podemos obtener de ellos instrucción directa, al menos en ocasiones. Mi punto es que si solo buscamos lecciones prácticas de qué deberíamos hacer con nuestra vida, nos estaremos perdiendo de una dimensión gigantesca de lo que significa dejar que esos pasajes nos instruyan. No buscan solo instruir nuestro intelecto. También buscan instruir nuestros deseos y nuestras emociones. Es en ese momento cuando aparece el componente literario.

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En mi introducción, uso el ejemplo de Salmo 119:105: «Tu palabra es una lámpara a mis pies; es una luz en mi sendero». Allí hay una clara instrucción intelectual: que debemos consultar la Palabra de Dios en tiempos de incertidumbre. Mi argumento es que si esta fuera la suma total de lo que el salmo quiere comunicar, entonces lo habría hecho con un lenguaje directo e imperativo. Pero en cambio, usa este maravilloso lenguaje poético y metafórico que nos infunde la idea de anhelo.

Ser instruido por este texto, entonces, es más que una cuestión de ser entrenado para saber qué hacer. Es también una cuestión de ser entrenado para desear el texto mismo, lo cual es una parte esencial de la «instrucción» que da. Lo que intento hacer es más radical que decir que la Biblia es instrucción, además de estas otras cosas (anhelo, deseo y deleite). Sostengo que la forma de instrucción de la Biblia en sí misma siempre implica estas otras cosas.

Image: Alex Boerner

¿Cómo puede la lectura de la poesía entrenarnos para leer la Biblia con esta clase de deseo y deleite?

Nuestra dificultad con la poesía no es solo una señal de que no sabemos qué hacer con la Biblia. Es una muestra de que no siempre entendemos completamente la clase de criaturas que somos. La razón por la que la poesía es tan valiosa y efectiva para reeducar nuestros ojos y nuestros hábitos de lectura es que a menudo frustra nuestro deseo de reducir lo que hemos leído a un mensaje simple o a una orden clara.

Cuando estaba estudiando las partes poéticas de la Biblia por primera vez, detestaba ese elemento de frustración. Pero ahora, lo recibo con gusto. Pienso: «Quizás hay algo que no estoy viendo a simple vista. Quizás hay algo en mi lectura y en mi forma de pensar que necesita cambiar».

Los poemas exigen una atención mayor que en la prosa ordinaria. Cada vez que volvemos a un poema, siempre hay algo más, y algo más, y algo más. Si esto es cierto para un finito texto humano, es mucho más cierto para los textos bíblicos que han sobrevivido siglos y que continúan transformando radicalmente la vida de las personas.

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Una de las prácticas sobre las que hace énfasis es la lectura contemplativa de la Biblia. ¿Qué pueden ganar los cristianos protestantes, que quizás no están familiarizados con tales tradiciones, al abordar las Escrituras de esta manera?

Desde pequeño me enseñaron a tener la Biblia en gran estima. Mi padre tenía una maestría en divinidad y trabajaba en una iglesia. Los domingos por la mañana, así como también los miércoles y domingos por la noche, escuchábamos la predicación expositiva de la Palabra de Dios. Asistí a una universidad bautista que era teológicamente conservadora y que veía la Biblia como autoridad. Esa es una parte de mi tradición que guardo con cariño.

Y aun así, como una persona que viene de esta tradición evangélica más conservadora, espero brindar algo como un umbral o primeros pasos hacia estas prácticas más meditativas y contemplativas, como lectio divina. Cuanto más cambiemos la manera en que entendemos la interpretación bíblica hacia un enfoque de leer la Palabra de la misma forma en que leemos poesía, más podremos contemplar su belleza y sentir su efecto en nuestras emociones, en lugar de solo indagar en ella en busca de instrucción.

Esto tiene el efecto agregado de que nos hace soltar nuestro apego a la certeza, aunque sea tan solo un poco, y nos convierte en lectores más humildes —aun cuando permanecemos completamente comprometidos a la autoridad de la Biblia.

Si la Biblia debería conmover nuestras emociones cuando leemos, entonces ¿cómo podemos saber si esas emociones son confiables? ¿No es posible que distorsionen nuestra comprensión en lugar de afinarla?

Ciertamente no quiero afirmar que la emoción es de alguna forma el fundamento de la comprensión. Tampoco creo que la verdad sea, de alguna manera, una receta compuesta de una medida de emoción, más una medida de imaginación, más todos estos hechos.

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Habiendo dicho esto, sí creo que, a medida que leemos la Biblia, ciertos elementos de belleza y emoción entran en juego de formas prácticas y específicas. Cuando leemos una pieza de literatura, incluso la Biblia misma, las palabras sobre la página apelan a nuestra imaginación. Esto sucede para incontables lectores a través de diferentes contextos y experiencias de vida.

En mi opinión, es ahí donde se unen la verdad y la belleza. Una vez que nuestra imaginación ha sido encendida, somos capaces de conectarnos o identificarnos con las piezas literarias de forma tal que los sentimientos y el conocimiento quedan unidos inseparablemente. Y allí es donde ocurre la verdadera comprensión.

En el cristianismo moderno, sobre todo a través de la Ilustración, hemos heredado un marco demasiado racionalista. Mi intención es oponerme a dicho enfoque. No necesitamos dejar de lado nuestras emociones para entender las cosas. De hecho, dejarlas de lado podría obstaculizar ese mismo proceso.

La narrativa de las Escrituras está ubicada en tiempos y espacios distintos a los nuestros. ¿Cómo pueden la poesía y la literatura ayudarnos a identificarnos con lo desconocido?

Una de las funciones de la poesía y de la literatura es ayudarnos a conectarnos a través de diferentes experiencias porque nos invitan a identificarnos con mundos que son ajenos al nuestro.

En el libro, analizo el trabajo de Anne Bradstreet, una de las primeras poetisas puritanas. En el poema de Bradstreet The Author to Her Book (La autora a su libro), ella asemeja el trabajo de la escritura al trabajo de la maternidad. Aunque yo nunca he sido madre, en ocasiones he experimentado algo de la vulnerabilidad e inseguridad que Bradstreet describe sobre su trabajo tanto como autora como madre. Puedo identificarme con ella, aun cuando nuestras experiencias sean completamente diferentes. La buena literatura crea un ambiente que fomenta esos tipos de conexiones a través del tiempo y del espacio.

Es importante advertir que la empatía perfecta, es decir, ver el mundo desde el punto de vista de otra persona en una forma completa y profunda, es imposible. Así también, intentar identificarse con alguien a través de experiencias ampliamente divergentes de pronto puede llevarnos a obtener falsos paralelismos. A pesar de esto, la literatura sí posee un gran poder para proveer información a nuestra imaginación sobre cosas desconocidas.

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Si pudiera dejarle a sus lectores una sola lección, ¿cuál sería?

Si pudiera desear un solo resultado, sería que la gente que lea este libro pueda experimentar un modo diferente de leer la Biblia. Lo que he descubierto en mi experiencia como profesor es que la poesía y la literatura nos pueden hacer mejores lectores de la Biblia.

Pero ese no es el punto final. Ser mejores lectores de la Biblia nos lleva a amar mejor a Dios y, a su vez, a amar mejor a nuestro prójimo.

Traducción por Sofía Castillo

Edición en español por Livia Giselle Seidel

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