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Falleció el hermano Andrés, quien llevó Biblias de contrabando a los países comunistas

El fundador de Puertas Abiertas dijo que no era un «evangélico de doble riesgo», sino un cristiano fiel que siguió la guía del Espíritu Santo.
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Falleció el hermano Andrés, quien llevó Biblias de contrabando a los países comunistas
Image: Cortesía de Puertas Abiertas / ediciones por Mallory Rentsch
El hermano Andrés (Anne van der Bijl), conocido como «el contrabandista de Dios».

Anne van der Bijl, evangélico holandés conocido por los cristianos de todo el mundo como «el hermano Andrés» y quien introdujo Biblias de contrabando en los países comunistas más herméticos, falleció a la edad de 94 años [enlaces en inglés].

Van der Bijl se hizo famoso como «el contrabandista de Dios» cuando en 1967 fue publicado el relato en primera persona de sus aventuras misioneras, en las que relata cómo consiguió pasar los puestos de control de las guardias fronterizas con Biblias escondidas en su redondeado Volkswagen azul. El libro titulado God’s Smuggler (publicado en español como El contrabandista de Dios) fue escrito con la colaboración de los periodistas evangélicos John y Elizabeth Sherrill, y publicado bajo su nombre clave «Hermano Andrés». El libro vendió más de 10 millones de ejemplares y fue traducido a 35 idiomas.

El libro inspiró a muchos otros misioneros contrabandistas, atrajo fondos para Puertas Abiertas, el ministerio de Van der Bilj, y llamó la atención de los evangélicos sobre las penurias de los creyentes en países donde la fe y la práctica del cristianismo eran penalizadas. Sin embargo, Van der Bijl protestaba que la gente no entendía realmente su verdadero objetivo cuando se le presentaba como un héroe extraordinario. «No soy un evangélico de doble riesgo», solía decir. «Solo soy un hombre común y corriente. Lo que hice lo puede hacer cualquiera».

Nadie sabe cuántas Biblias llevó Van der Bijl a Polonia, Checoslovaquia, Yugoslavia, Alemania del Este, Bulgaria y otros países del bloque soviético en la década anterior al éxito de El contrabandista de Dios, mismo que le obligó a convertirse en líder y recaudador de fondos para Puertas Abiertas. Hay quienes estiman el número de Biblias en el rango de los millones. Un chiste holandés muy popular a finales de los años 60 decía: «¿Qué encontrarán los rusos si llegan primero a la Luna? Al hermano Andrés con un montón de Biblias».

El hermano Andrés.
Image: Open Doors International

El hermano Andrés.

Van der Bijl, por su parte, no llevó la cuenta y no creía que el número exacto fuera importante.

«No me importan las estadísticas», dijo en una entrevista de 2005. «No hacemos cuentas... Pero Dios es el contador perfecto. Él sí sabe».

Van der Bijl nació en los Países Bajos en 1928, hijo de un herrero pobre y una madre inválida. Tenía doce años cuando el ejército alemán invadió el país neutral en la Segunda Guerra Mundial, y pasó la ocupación, según contó a John y Elizabeth Sherrill, escondiéndose en zanjas para evitar ser obligado a servir en la guerra por los soldados nazis. Cuando la hambruna asoló el país en 1944, Van der Bijl, al igual que muchos holandeses, comió bulbos de tulipán para sobrevivir.

Después de la guerra, Van der Bijl se alistó en el ejército holandés y fue enviado a Indonesia como parte de las fuerzas coloniales que intentaban sofocar la lucha indonesia por la independencia. Estaba entusiasmado con la aventura hasta que empezaron los disparos y tuvo que matar a otros seres humanos. Según su propio relato, Van der Bijl participó en la masacre de un pueblo indonesio, matando indiscriminadamente a todos los que vivían allí.

Tras esa experiencia, le persiguió la visión de una joven madre y su niño lactante muertos por la misma bala. Empezó a llevar un extraño sombrero de paja en la selva, con la esperanza de que lo mataran. Van der Bijl adoptó el lema: «Hazte el listo y pierde la cabeza».

No consiguió que le dispararan en la cabeza, pero sí en el tobillo y, durante su convalecencia, empezó a leer una Biblia que su madre le había regalado. Cuando regresó a los Países Bajos, empezó a ir a la iglesia asiduamente y, a principios de 1950, entregó su vida a Dios.

«No había mucha fe en mi oración», dijo Van der Bijl. «Solo dije: “Señor, si me muestras el camino, te seguiré. Amén”».

Van der Bijl entregó su vida al ministerio y se fue a Escocia a estudiar en la escuela misionera de la Cruzada Mundial de Evangelización en 1953. En una entrevista con Christianity Today en 2013, recordó una lección esencial que aprendió de un oficial del Ejército de Salvación que enseñaba sobre la evangelización en las calles. El hombre mayor dijo que la mayoría de los aspirantes a convertirse en evangelistas se dan por vencidos demasiado pronto, ya que el Espíritu Santo solo ha preparado el corazón de una persona entre mil.

«Al instante mi corazón se rebeló. Pensé: “Qué desperdicio”», recordó Van der Bijl. «¿Por qué gastar mi energía en 999 personas que no iban a responder? Dios lo sabe y el diablo lo sabe y se ríe porque después de las primeras 1000 personas, me rindo desesperado».

Entonces decidió que le pediría a Dios que lo guiara hasta la única persona que estaba preparada para el evangelio. En lugar de gastar su tiempo calculando y trazando estrategias, seguiría la guía del Espíritu.

Poco después, sintió que Dios le hablaba a través de Apocalipsis 3:2: «¡Despierta! Reaviva lo que aún es rescatable». Van der Bijl comprendió que debía ir a apoyar a la iglesia en los países controlados por el comunismo. En 1955, realizó un viaje controlado por el gobierno a Polonia, pero consiguió escabullirse de su grupo para visitar algunos grupos de creyentes que se reunían de forma clandestina. En un segundo viaje a Checoslovaquia, notó que las iglesias de los países comunistas necesitaban Biblias.

«Le prometí a Dios que siempre que pudiera tomar una Biblia en mis manos, se la llevaría a estos hijos suyos detrás del muro que los hombres construyeron», recordó más tarde Van der Bijl, «a cada... país en el que Dios abriera la puerta durante el tiempo suficiente para que yo pudiera colarme».

El hermano Andrés en Yugoslavia.
Image: Open Doors International

El hermano Andrés en Yugoslavia.

En 1957, hizo su primer viaje de contrabando a través de la frontera de un país comunista, entrando en Yugoslavia con folletos, Biblias y porciones de la Biblia escondidas en su Volkswagen azul. Mientras observaba cómo los guardias registraban los coches delante de él, oró lo que más tarde llamaría «la oración del contrabandista de Dios»:

«Señor, en mi equipaje tengo Escrituras que quiero llevar a tus hijos al otro lado de esta frontera. Cuando estabas en la Tierra, hiciste que ojos ciegos vieran. Ahora, te ruego, haz que los ojos que ven sean ciegos. No dejes que los guardias vean las cosas que no quieres que vean».

Después de su éxito inicial en Yugoslavia, Van der Bijl siguió con más viajes y, finalmente, incluso contrabandeó Biblias al interior de la Unión Soviética. Reclutó a otros cristianos para que le ayudaran, y juntos desarrollaron estrategias para evitar la atención de los guardias fronterizos y la policía secreta. A veces los contrabandistas viajaban en parejas, disfrazados de recién casados que iban de luna de miel. A veces utilizaban cruces fronterizos alejados. Experimentaban con diferentes formas de ocultar las Escrituras en sus pequeños y discretos coches. Siempre seguían la guía del Espíritu Santo, y nunca nadie fue arrestado.

El contrabando de Biblias fue criticado por varias organizaciones cristianas, como la Alianza Mundial Bautista, la Junta de Misiones Extranjeras de los Bautistas del Sur y la Sociedad Bíblica Americana. Lo consideraron peligroso —especialmente para los cristianos que vivían en los países comunistas— e ineficaz. Las historias sensacionalistas eran buenas para recaudar dinero, alegaron los críticos, pero nada más que eso.

Los historiadores de la Guerra Fría han debatido el impacto del contrabando de Biblias en los regímenes comunistas. Francis D. Raška escribió que «probablemente fue importante», pero «la evidencia de las hazañas son poco sólidas y propensas a la exageración y al engrandecimiento personal». Según Raška, hay al menos algunas pruebas de que el KGB vigilaba de cerca la actividad de Van der Bijl y podría haber tenido informantes dentro de su red.

El hermano Andrés.
Image: Open Doors International

El hermano Andrés.

Tras el éxito de El contrabandista de Dios, Van der Bijl dejó el contrabando en manos de otros cristianos menos famosos. Redirigió su atención a la recaudación de fondos para Puertas Abiertas y a las oportunidades de ministerio en países musulmanes. Cuando Estados Unidos invadió Afganistán en 2001 e Irak en 2003, se convirtió en un crítico abierto del apoyo de los evangélicos estadounidenses a la guerra contra el terrorismo. Afirmó que los cristianos solo podían poner su confianza en las intervenciones militares si habían renunciado a la fe en las misiones.

A principios de la década de 2000, Van der Bijl preguntaba a los cristianos si habían orado por Osama bin Laden, líder de Al Qaeda. Cuando las fuerzas estadounidenses mataron a Bin Laden en 2011, expresó su tristeza.

«Creo que no hay nadie que sea inalcanzable. La gente nunca es el enemigo, solo el diablo», dijo Van der Bijl. «Bin Laden estaba en mi lista de oración. Quería reunirme con él. Quería decirle quién es el verdadero jefe del mundo».

Al momento de su muerte, el ministerio que Van der Bijl fundó ayudaba a los cristianos en más de 60 países. Puertas Abiertas distribuye cada año 300 000 Biblias y 1.5 millones de libros cristianos, material de capacitación y manuales de discipulado. El grupo también proporciona ayuda, desarrollo comunitario y terapias de consejería para el trauma, a la vez que aboga por los cristianos perseguidos en todo el mundo.

Cuando se le preguntó si había algo de lo que se arrepentía con respecto a la obra de su vida, Van der Bijl dijo: «Si pudiera volver a vivir mi vida, sería mucho más radical».

Traducción y edición en español por Sofía Castillo y Livia Giselle Seidel.

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