La cultura de la cancelación no conoce límites; ni siquiera límites históricos. Recientemente y con base en algunos escritos no muy cristianos de los reformadores protestantes Juan Calvino y Martín Lutero —lo relacionado a la quema de herejes— ha habido algunas discusiones [enlaces en inglés] acerca de «cancelar» a estos representantes de la historia de la iglesia. Los debates suenan similares a las conversaciones que hemos tenido sobre figuras históricas seculares que han sido canceladas por haber sido dueños de esclavos, por ejemplo.

Por desgracia, parece ser que todas las generaciones de líderes y maestros cristianos han tenido sus propios problemas y puntos ciegos. Deberíamos aprovechar estas oportunidades para reflexionar sobre nosotros mismos y así determinar si nosotros podríamos tener debilidades similares.

En doscientos o trescientos años (¡si es que hubiera doscientos o trescientos años de historia por delante de nosotros!), al echar la vista atrás, ¿qué cosas veremos como un problema serio? Por ejemplo, no ha sido sino hasta fechas muy recientes que la mayoría de cristianos que conozco han dejado de fumar.

Ha habido enormes cambios sociales desde el siglo XVI, una época en la que la mayoría de los líderes cristianos consideraba que quemar herejes era una práctica aceptable. Desde su punto de vista, la herejía en temas fundamentales de la fe era un problema tan serio que no se podía permitir que esos apóstatas genuinos vivieran, y tenían que ser ejecutados para dar un ejemplo a los demás.

Yo vivo cerca del centro de Oxford, a apenas unos cientos de metros calle abajo del monumento a los mártires Ridley y Latimer, quienes fueron quemados en la hoguera en la década de 1550. Eran tiempos terribles. Echamos la vista atrás y decimos: «¿Cómo es posible que hayan hecho eso debido a un celo inapropiado, y por lealtad a Dios y al evangelio? ¿De qué se trataba todo eso?».

Desde el punto de vista de la época, quemar herejes era un intento desesperado por mantener a la iglesia y a la sociedad puras de la influencia corrupta y devastadora de enseñanzas heterodoxas. Ahora diríamos que se equivocaron al emprender tales acciones. Pero así es como pensaban los líderes de aquel tiempo.

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Para mí, lo que Calvino y Lutero escribieron o dijeron en esas circunstancias cuestionables no niega todas sus enseñanzas. Solamente significa que ellos, al igual que el resto de nosotros, entendieron ciertas cosas de forma seriamente errónea. De hecho, el mismo Lutero desarrolló la teología de que somos al mismo tiempo justos y pecadores. Sabía perfectamente bien que él seguía siendo un pecador, aunque en Cristo, y por fe, Dios lo había declarado justo.

Debemos tener un poco más de perspectiva también, y ver que en cada generación hay personas (y aquí me incluyo yo mismo) que invocan a Dios en Cristo, pero cuyas vidas, hábitos y políticas a gran escala no son libres de culpa. Hay muchas cuestiones teológicas que las generaciones siguientes observarán y dirán: «Nosotros entendemos esto de forma diferente de lo que ellos enseñaron».

Si empiezas por donde Lutero y Calvino empezaron —con la teología católica romana de finales del siglo XV y principios del siglo XVI—, entonces verás cómo los problemas de la iglesia se presentaban en términos de la venta de indulgencias y otros asuntos. Estaban obligados a dar respuestas frescas a las preguntas de su tiempo. E hicieron lo correcto al volver a las fuentes originales de las Escrituras para retraducir o reinterpretar el griego y el hebreo del Nuevo y el Antiguo Testamento.

El problema con cancelarlos, al menos desde mi perspectiva, es que ellos intentaban dar respuestas bíblicas a preguntas del medievo tardío. Desde mi perspectiva, tanto Lutero como Calvino en gran medida no eran conscientes de los diferentes matices de las preguntas del primer siglo que se encuentran en el corazón de las Escrituras. Y por eso aplaudo su metodología de regresar a las fuentes originales para obtener sabiduría nueva.

Estaban suficientemente preocupados como para criticar los abusos medievales. Pero eso no significa que ellos mismos no cometieran abusos.

En vez de cancelarlos, honremos su método al leer las Escrituras en su sentido original, y hagamos lo mejor posible para descubrir su significado. Eso nos ayudará a comprender qué preguntas buscaban responder los primeros cristianos. También nos dará un nuevo conjunto de respuestas a preguntas que enfrentamos en nuestros días.

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Por último, podemos ir a estos personajes del pasado y celebrar lo bueno que hay en su teología sin idealizarlos a ellos o sus acciones. Fueron tan humanos como cualquiera, y creo que ellos mismos habrían insistido en ello.

N. T. (Tom) Wright es uno de los estudiosos del Nuevo Testamento más importantes del mundo y es autor de muchos libros, tanto académicos como seculares, sobre teología y la vida cristiana. Este texto ha sido adaptado de una conversación en directo del pódcast Ask NTWright Anything de Premier Unbelievable?

Speaking Out es una columna de opinión para invitados de Christianity Today y (a diferencia de un editorial) no necesariamente representa la opinión de la publicación.

Traducción por Noa Alarcón.

Edición en español por Livia Giselle Seidel.

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