La historia de Ebenezer Scrooge, leída cada año en Navidad, nos hace meditar en nuestras motivaciones y en lo que realmente importa en la vida. ¿Qué podría ser peor que una vida ya vivida y cerca de su fin si está llena de remordimientos y atormentada por el pasado? Gracias al Fantasma de las Navidades Pasadas, Scrooge se llena de suficiente temor como para volver en sí mismo, apenas a tiempo para cambiar su forma de ser. Y vaya que cambió.

Pero no son únicamente las personas las que pueden verse atormentadas por el pasado; movimientos enteros y épocas históricas también pueden encontrarse en esta situación. A veces somos tan miopes que no podemos ver el panorama general de dónde hemos estado y hacia dónde nos dirigimos. Y así comenzamos a ser perseguidos por fantasmas… si tenemos la suerte de que un fantasma nos asuste.

Lewis Ayres, uno de los principales expertos de la actualidad en el tema de la Trinidad, nos dice [enlaces en inglés] que existe una gran división entre la doctrina bíblica ortodoxa de la Trinidad, que se remonta al Credo de Nicea, y la comprensión moderna de la Trinidad de los últimos cien años.

Sin embargo, esta Trinidad moderna ha extinguido a la Trinidad ortodoxa bíblica; incluso pretendió ser la Trinidad ortodoxa, hasta que quedó muy poco de la ortodoxia. No es simplemente, escribe Ayres, que «el trinitarismo moderno se ha enlazado mal con la teología que está a favor de Nicea». La situación es mucho peor: «Apenas si se ha enlazado en absoluto. Como resultado, el legado de Nicea permanece, paradójicamente, como el fantasma desapercibido en la fiesta trinitaria de la modernidad» (énfasis añadido).

No hace mucho tiempo, este fantasma pasó desapercibido en la fiesta trinitaria; sin embargo, ahora nos persigue: sus gemidos son cada vez más fuertes y su luz cegadora es tan brillante que ningún apagavelas puede apagarlo. Para ver por qué, debemos caminar por esta casa embrujada a la que llamamos cristianismo moderno y llegar a las habitaciones que explican y exponen el pasado reciente.

Pero no se deje engañar: es nuestro pasado reciente. También es mi pasado reciente. Una vez me enseñaron una visión moderna de la Trinidad como si fuera la visión bíblica de la Trinidad. Pero el Fantasma de la Ortodoxia Pasada seguía persiguiéndome.

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Lo que descubrí en estas habitaciones encantadas será aterrador para nosotros: la Trinidad de la Biblia, nuestra Trinidad, ha sido manipulada más allá del reconocimiento. El invitado de honor en la fiesta trinitaria no es la Trinidad ortodoxa bíblica en absoluto. El desvío de la Trinidad es real. Y nosotros somos sus víctimas.

La Trinidad se vuelve social

Uno de los teólogos más influyentes del siglo pasado (y no es exageración) es Jürgen Moltmann, conocido por su creencia en un Dios que sufre. Resulta que dos Karls, (Karl Rahner y Karl Barth) le enseñaron la Trinidad cuando era estudiante. Pero Moltmann cree que sus mentores se equivocaron con la Trinidad: al comenzar con «la soberanía del Dios Único», ellos solo pudieron «hablar sobre la Trinidad como los “tres modos de ser” o los “tres modos de subsistencia” de ese Dios Único».

Es posible que Moltmann deteste más que ningún otro el trinitarismo de Barth puesto que este se enorgullece de la forma en que Dios se revela como Señor. Esta obsesión por el señorío únicamente puede ser el resultado de una preocupación individualista occidental por la única sustancia y monarquía divinas. Moltmann incluso critica el Credo de Nicea, ese estándar histórico de ortodoxia, como «ambivalente en lo que respecta a la cuestión de la unidad de Dios», porque «sugiere una unidad de sustancia entre el Padre, el Hijo y el Espíritu», con toda su charla acerca de que el Hijo es homoousios (de la misma esencia) del Padre, engendrado de la esencia del Padre desde toda la eternidad.

Moltmann se opone a este énfasis occidental en el señorío porque se deriva de un vínculo inquebrantable con el monoteísmo, una palabra terrible en opinión de Moltmann. La «unidad del sujeto absoluto se enfatiza hasta tal punto que las Personas de la Trinidad se desintegran en meros aspectos de un único sujeto»; este énfasis en la unidad conduce «involuntariamente pero inevitablemente a la reducción de la doctrina de la Trinidad al monoteísmo».

En contraste, él se ha «decidido a favor de la Trinidad». Nadie que se llame cristiano decide en contra de la Trinidad, entonces, ¿qué quiere decir exactamente Moltmann? «He desarrollado una doctrina social de la Trinidad, según la cual Dios es una comunidad de Padre, Hijo y Espíritu, cuya unidad está constituida por la morada mutua y la interpenetración recíproca».

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Note qué palabra usaron los trinitarios sociales como Moltmann para definir la Trinidad: comunidad. La Trinidad es una comunidad o sociedad, una cooperación de personas divinas, cada una con su propio centro de conciencia y voluntad. Dado que cada persona en esta sociedad es igual, se distribuye la igualdad y se elimina la jerarquía.

Al redefinir la Trinidad como social, Moltmann ahora tiene la solución para los males que aquejan a la sociedad. Si su Trinidad social es el camino a seguir, entonces «encontramos el reflejo terrenal de esta sociabilidad divina, no en la autocracia de un solo gobernante, sino en la comunidad democrática de personas libres; no en el señorío del hombre sobre la mujer, sino en su reciprocidad igualitaria; no en una jerarquía eclesiástica, sino en una iglesia fraterna».

Innumerables filósofos cristianos de hoy han adoptado una visión social de la Trinidad, incluso a riesgo de caer en el triteísmo.

Moltmann se regocija de que las teólogas feministas ahora puedan luchar por la igualdad de los sexos gracias a que la Trinidad es una sociedad igualitaria de personas: Dios mismo ya no es patriarcal sino bisexual, lo que le da al matriarcado una voz divina. Moltmann también anima a un evangelio de la liberación. Gracias a la falta de jerarquía en la comunidad trina, ahora podemos defender la causa de los oprimidos en la sociedad frente al «monoteísmo político».

¿Está Moltmann solo en su agenda social? Resulta que él lanzó una cruzada social que fue tomada y emprendida por uno de sus propios alumnos, quien es a su vez uno de los pensadores más populares de la actualidad: Miroslav Volf.

La Trinidad es nuestro programa social

Volf es de Croacia, pero ha sido influyente en Estados Unidos. Gran parte de su carrera se ha dedicado a la teología política y pública, por lo que no sorprende que Volf tenga algo que decir sobre la Trinidad y la sociedad. De hecho, el título de su libro lo dice todo: After Our Likeness: The Church as the Image of the Trinity (A nuestra semejanza: La iglesia como imagen de la trinidad).

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Volf está igualmente convencido de que la doctrina histórica de la Trinidad debe ser modificada o incluso rechazada, al menos si la Trinidad ha de servir como modelo para la iglesia y la sociedad, lo cual debe ser. La Trinidad, al menos en cierto sentido, debe ser nuestro programa social. Con su objetivo puesto en la iglesia en particular, Volf concluye que debe haber una correspondencia directa entre el tipo de comunidad que vemos en la iglesia y la Trinidad.

Debemos entender a qué estaba respondiendo Volf. Algunos trinitarios sociales dijeron que el secreto de la Trinidad era redefinir el ser de Dios como comunión. En lugar de definir el «ser» de la Trinidad como lo hizo la Gran Tradición, como una esencia con tres modos de subsistencia, se argumentó que el «ser» se refiere a las relaciones interpersonales de amor o comunión que las personas tienen entre sí. Y así como hay jerarquía en la Trinidad, con el Padre en la cima, también hay jerarquía en la iglesia, argumentó este grupo, con el obispo en la cima.

Volf también es un trinitario social. «¡Amén!», dice a las relaciones interpersonales y sociales de amor. «¡Amén!», dice al ser como comunión. Pero la comunión trinitaria es de igualdad en lugar de jerarquía, y dado que la Trinidad es el paradigma para la iglesia y la sociedad, entonces también la política de la iglesia debe reflejar tal igualdad. La autoridad descansa en la reunión de todos, no en un solo patriarca u obispo en la cima. En una palabra, la iglesia debe ser tan congregacional como la Trinidad y la Trinidad tan congregacional como la iglesia.

Con toda esta charla sobre la iglesia, no se pierda el verdadero problema: para cumplir con la agenda de la iglesia, la Trinidad ha sido redefinida. Pero tampoco se pierda la ironía: los trinitarios sociales están llegando a conclusiones opuestas; unos quieren jerarquía, otros quieren igualdad.

Para ver tal revisionismo con claridad cristalina, viajemos a Brasil y conozcamos a un teólogo cuyo nombre suena similar a Miroslav Volf. Su nombre es Leonardo Boff. Lo que es tan único acerca de Boff es esto: él cree que la Trinidad es el prototipo, no solo para la iglesia, sino también para la política. Desde hace mucho tiempo, Boff ha sido una voz que habla sobre la teología de la liberación, especialmente en América del Sur.

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Los teólogos de la liberación leen la Biblia y concluyen que su mensaje principal es la promesa y la esperanza de que los oprimidos de la sociedad serán liberados de sus opresores. El evangelio no es el plan del Dios trino de enviar a su Hijo o Jesús entregando su vida en sustitución por la nuestra, tomando la pena por nuestro pecado para que podamos ser perdonados y recibir la vida eterna. Más bien, el evangelio es la liberación social y política, poniendo en libertad a los marginados de la sociedad de aquellos que están en el poder.

Entonces, ¿por qué murió Jesús? «El Hijo encarnado murió como protesta contra las esclavitudes impuestas a los hijos e hijas de Dios», escribe Boff en Trinity and Society [La Trinidad y la sociedad]. Esa redefinición del evangelio supone una redefinición de la Trinidad, sin duda.

La redefinición de la Trinidad comienza cambiando la definición ortodoxa de persona por una moderna: «La noción moderna de persona es básicamente la de ser-en-relación; una persona es un sujeto existente como centro de autonomía, dotado de conciencia y libertad». En esta frase, Boff resume el trinitarismo social. Pero Boff anticipa una objeción: si esta redefinición moderna de persona se aplica a la Trinidad, ¿cómo podría no resultar en triteísmo? Boff está convencido de que escapa a esta herejía porque «el énfasis se pone en la relación, la completa apertura de una persona para con la otra».

Al redefinir a una persona como alguien que está en relación con los demás, Boff luego redefine la Trinidad como una sociedad y una comunidad. Boff busca ayuda en la sociedad humana. «La sociedad no es solamente la suma total de los individuos que la componen, sino que tiene su propio ser entretejido a partir de los hilos de las relaciones entre individuos, funciones e instituciones, que en su conjunto conforman la comunidad social y política». El resultado: «La cooperación y la colaboración entre todos producen el bien común».

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Así es también, pues, con la Trinidad: es una sociedad divina donde los individuos son personas en relación unos con otros, personas que cooperan y colaboran como lo haría una comunidad humana. La sociedad humana es un «indicador» de la Trinidad, y la Trinidad es el «modelo» para la sociedad.

La Trinidad es una «visión comunitaria»: «Dios es una comunidad de Personas y no simplemente el Uno; la unidad de Dios existe en forma de comunión (común-unión)». Tal comunidad significa que hay «reciprocidad total» entre el Padre, el Hijo y el Espíritu, una «relación de amor» entre ellos.

El evangelicalismo no es una excepción

Pero espere, el Fantasma de la Ortodoxia Pasada no ha terminado. Los evangélicos también han contribuido a el desvío de la Trinidad.

Por ejemplo, innumerables filósofos cristianos de hoy han adoptado una visión social de la Trinidad, incluso a riesgo de caer en el triteísmo. Proponen una Trinidad social donde el Padre, el Hijo y el Espíritu son «centros distintos de conocimiento, voluntad, amor y acción». ¿Qué define a las personas como personas? Son «centros distintos de conciencia», escribe Cornelius Plantinga. Juntos forman una «comunidad» o «sociedad», de modo que «la Santísima Trinidad es una sociedad o comunidad divina y trascendente de tres entidades totalmente personales y divinas». Con tal énfasis en las distintas voluntades y centros de conciencia, la histórica y sencilla afirmación de Nicea ya no servirá más.

Otros son aún más audaces. William Lane Craig y J. P. Moreland argumentan que el «compromiso central» del trinitarismo social es este: «En Dios hay tres centros distintos de autoconciencia, cada uno con su propio intelecto y voluntad». Tres voluntades, tres centros de autoconciencia: este es el ADN mismo del trinitarismo social. De otra manera, no hay Trinidad. Rechazando la afirmación clásica de la simplicidad divina, concluyen: «Dios es una sustancia inmaterial o alma dotada de tres conjuntos de facultades cognitivas, cada una de las cuales es suficiente para constituir una persona en sí misma, de modo que Dios tiene tres centros de autoconciencia, intencionalidad y voluntad».

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Sin embargo, también sienten la presión de explicar por qué tres voluntades y centros de conciencia no son triteísmo. Incluso reconocen que su punto de vista contradice muchos de los credos de la iglesia, incluido el Credo de Atanasio. Sin embargo, encuentran consuelo en apelar a la sola Scriptura.

Los teólogos evangélicos tampoco son una excepción. Tomemos como ejemplo a Stanley Grenz, uno de los pensadores evangélicos más renombrados del siglo pasado. La Trinidad es una realidad social, dijo Grenz, y la marca que define a esta comunidad es el amor. El amor es el atributo de Dios que todo lo controla y la marca definitoria de la sociedad a la que llamamos Trinidad, uniendo a las personas en unidad. Su comunión benévola, ligada en particular por el Espíritu Santo, es lo que mantiene unidas a las personas como un solo ser.

Pero se necesita dedicación propia: cada persona debe estar comprometida con las relaciones de amor cooperativo y social. Grenz reprende a la Gran Tradición por enfatizar el ser de Dios, un ser con tres modos de subsistencia. Según Grenz, eso crea una cuarta persona. En cambio, debemos definir a las personas como aquellas que buscan relaciones de amor eterno entre sí.

El movimiento del Nuevo Calvinismo tampoco es inmune al trinitarismo social, por mucho que piense que lo es. Los evangélicos como Wayne Grudem y Bruce Ware también han redefinido la Trinidad como una sociedad de personas definidas por «roles» y «relaciones» sociales, que cooperan entre sí como agentes distintos.

En el siglo XX, los trinitarios sociales redefinieron a las personas como relaciones de reciprocidad y amor abnegado para apoyar la igualdad en la sociedad, especialmente entre los sexos.

Pero Grudem y Ware reflexionan que esta sociedad de relaciones en la Trinidad está definida por una jerarquía funcional. El Hijo, por ejemplo, está subordinado a la autoridad suprema y absoluta del Padre dentro de la Trinidad inmanente, una visión novedosa conocida como EFS (subordinación funcional eterna) (siglas en inglés). Su agenda social se muestra tan fuerte, si no más fuerte, que la de los trinitarios sociales que les precedieron, cuando luego argumentan que la autoridad-sumisión dentro de la Trinidad —englobada por la Divinidad eterna— es el paradigma y prototipo de la jerarquía en la sociedad, especialmente de las esposas que se someten a sus maridos en el hogar.

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¿Renacimiento o partida?

Muchos de los que han experimentado el resurgimiento del interés en la Trinidad han llegado a la conclusión de que ha habido un renacimiento del pensamiento trinitario. A pesar de la actitud desdeñosa del liberalismo protestante de la vieja escuela, la Trinidad importa después de todo. A través de la «resucitación cardiopulmonar doctrinal», la Trinidad ha sido resucitada, y nunca ha sido más relevante para la sociedad.

Pero la Trinidad que han resucitado no es ni la ortodoxa ni la bíblica. Para ser franco, no revivieron la Trinidad ortodoxa, sino que la mataron solo para reemplazarla con una Trinidad completamente diferente: una Trinidad social, una que puede ser moldeada, incluso manipulada, para adaptarse a la caja de la sociedad. Con la llegada del siglo XXI, ahora es notorio que hay tantas Trinidades como teólogos modernos, y con cada nueva Trinidad llega un nuevo programa social.

Las búsquedas de la Trinidad al final no se tratan de Dios sino de mí y de mi agenda social. Como escribe Karen Kilby, la Trinidad es ahora un «pretexto»: afirmamos tener una nueva «percepción de la naturaleza interna de Dios», pero únicamente para que «podamos usarla para promover regímenes sociales, políticos o eclesiásticos». He experimentado esto de primera mano. Dentro de los círculos evangélicos, tanto en el aula como en la iglesia, contemplar y alabar a la Trinidad no es un objetivo final (como debería ser), sino que la Trinidad se emplea simplemente como un medio para otros fines.

No estoy solo en tal conclusión. Con un análisis detallado del pensamiento moderno, Stephen Holmes expresa un lamento con la misma sobriedad: «La explosión del trabajo teológico que pretende recuperar la doctrina de la Trinidad que hemos presenciado en las últimas décadas, de hecho malinterpreta y distorsiona la doctrina tradicional tan gravemente que es irreconocible. … [Estas son] desviaciones completas de la tradición anterior, no resurgimientos de esta».

El desvío de la Trinidad es real. No únicamente nos hemos alejado de la Trinidad bíblica y ortodoxa, sino que hemos manipulado la Trinidad para cumplir con nuestras agendas sociales.

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Adaptado de Simply Trinity: The Unmanipulated Father, Son, and Spirit de Matthew Barrett (Baker Books, una división de Baker Publishing Group, 2021). Usado y traducido con permiso.

Traducción por Sergio Salazar.

Edición en español por Livia Giselle Seidel.

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