Este es el último de una serie de seis ensayos de de una sección transversal en la que eruditos destacados analizan el lugar del «Primer Testamento» en la fe cristiana contemporánea. —Los editores

Cuando tenía 11 años, vi un documental sobre Martin Luther King Jr. y el movimiento por los derechos civiles llamado Eyes on the Prize [Ojos en el premio]. Imágenes de mujeres negras golpeadas por mangueras para incendios y cayendo al suelo en Birmingham pasaron delante de mis ojos. Perros de policía persiguiendo a la multitud. Rostros enfurecidos de gente blanca gritando insultos raciales contra niños negros que buscaban entrar en una escuela no segregada.

Crecí en la Hatchie Street Church of Christ, una pequeña iglesia negra en el suroeste de Tennessee, en la que escuché sermones y estudié lecciones de escuela dominical sobre la esclavitud israelita en Egipto. Después de ver Eyes on the Prize, me quedó claro que la suerte de los negros en Estados Unidos era la misma que habían tenido los israelitas en Egipto. Haber comprendido esto me inspiró a seguir en la tradición de Moisés, de los profetas del Antiguo Testamento y de los Jueces (a quienes podríamos llamar «luchadores por la libertad»), así como en el legado de Martin Luther King Jr. El Antiguo Testamento se yergue en contra del sufrimiento y la opresión que la gente negra sufre en Estados Unidos hoy en día, y la iglesia negra —cada vez más tentada hacia un evangelio de prosperidad y comodidades de clase media— necesita permanecer arraigada en este legado.

El poder del libro de Éxodo

La historia del éxodo ha tenido cierto poder de permanencia en la iglesia afroamericana porque esta narración habla directamente a los problemas que enfrentan sus congregantes. Los afroamericanos a través de las generaciones encontraron en el libro de Éxodo un Dios que escucha a los oprimidos que le claman:

Ciertamente he visto la aflicción de mi pueblo que está en Egipto, y he escuchado su clamor a causa de sus capataces, pues estoy consciente de sus sufrimientos. Y he descendido para librarlos de mano de los egipcios, y para sacarlos de aquella tierra a una tierra buena y espaciosa, a una tierra que mana leche y miel. (Éxodo 3:7–8, LBLA)

Los afroamericanos se sienten identificados al leer de un Dios que se opone a los poderosos que deshumanizan a los hijos de Dios. Ellos creen que Dios escucha sus oraciones de la misma forma en la que él escuchaba las oraciones de los israelitas: «Ciertamente he visto la aflicción de mi pueblo que está en Egipto». Este es un lenguaje de elección, e indica que los oprimidos son posesión de Dios. Este es el Dios de la historia, quien no solo conoce la ubicación de sus elegidos, sino que también conoce la calidad de su existencia y ve su esclavitud como una ilegalidad en el nivel divino.

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Las congregaciones afroamericanas notan que Dios no sólo ve la miseria de sus elegidos; Él también escucha el clamor de su pueblo: «He escuchado su clamor a causa de sus capataces». Ver y oír lleva a Dios a actuar: «He descendido para librarlos». El Libro del Éxodo nos recuerda que la respuesta natural de Dios cuando los oprimidos sufren es actuar en su favor para liberarlos. Debido a que Dios conocía el dolor de los esclavos israelitas, Dios descendió a juzgar a los opresores y a liberar a los oprimidos. La importancia del Antiguo Testamento, y particularmente del libro de Éxodo, para la iglesia afroamericana es su afirmación de que nuestro Dios es un Dios que ve, oye y actúa a favor de los afligidos.

Por supuesto, los dueños de esclavos en la era previa a la Guerra de Secesión entendieron que los esclavos que conocieran la historia del éxodo encontrarían en ella un poderoso recurso teológico para imaginar su propia emancipación como un derecho divino. En consecuencia, además de evitar que muchos esclavos recibieran educación, los dueños de esclavos que eran cristianos y que se interesaron en convertir a sus esclavos, utilizaron la llamada «Biblia de los esclavos» titulada Partes de la Santa Biblia, seleccionadas para el uso de los Esclavos Negros, en las Islas Británicas de la India Occidental. Esta Biblia excluía casi el cincuenta por ciento del Nuevo Testamento y el noventa por ciento del Antiguo Testamento. No es de extrañar que casi todo el libro de Éxodo haya sido eliminado. Después de todo, no habría sido una exageración poner a los dueños de esclavos en el papel de Faraón, mientras que los esclavos afroamericanos podían fácilmente identificarse con los judíos esclavizados en Egipto. Los dueños de esclavos comprendieron lo poderoso que podría ser este libro —y resultó ser— entre las congregaciones afroamericanas.

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Un legado de liberación

King, a quien muchos afroamericanos veían como el Moisés negro, definitivamente conocía el sufrimiento y la miseria de los negros. Nunca dejó que su excepcional educación dentro de un sistema educativo supremacista blanco lo cegara a la miseria negra. Al igual que Moisés, el encuentro genuino de King con el Dios de la liberación lo llevó a tomar medidas para liberar a su pueblo de la postura arrodillada que tenía ante el intimidante trono de la brutalidad blanca del Sur de los Estados Unidos.

En Never to Leave Us Alone: The Prayer Life of Martin Luther King Jr., Lewis Baldwin resalta la influencia del Antiguo Testamento en King, quien creía que los salmistas y profetas encarnaban el ideal bíblico de hombres de valor y de acción, sustentados primordialmente por la oración persistente. Baldwin escribe: «El líder de los derechos civiles aparentemente tenía una concepción bíblicamente informada de la oración, y encontró en estas y otras fuentes bíblicas hebreas ideas sobre la esencia de lo que significa orar, así como sustento para su visión de la oración como caminar con Dios y mantener una conversación diaria con Él». Como lo dijo Baldwin un poco más adelante: «Para King, la imperante necesidad de orar venía no solo de un claro sentido de finitud personal delante de Dios, sino también de una profunda conciencia basada en la experiencia religiosa afroamericana, especialmente en las tradiciones de la iglesia negra».

La profunda inmersión de King en la tradición profética del Antiguo Testamento entrenó intensamente su ojo para ver a las masas de afroamericanos pobres que se ahogaban en el océano de riqueza blanca. En lugar de que su educación de clase media en instituciones blancas lo anestesiara ante la difícil situación de quienes estaban atrapados en la miseria de la pobreza, King utilizó su educación para liberar el poder de su mente, y el espíritu de los profetas para desatar su lengua en defensa de los explotados.

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Esta misma sensibilidad al sufrimiento de los desheredados estuvo profundamente presente en el mentor y confidente de King, Howard Thurman. En Jesus and the Disinherited, Thurman cuenta una historia sobre la noche en que su madre lo despertó para ver el cometa Halley cuando era aún niño. Maravillados y sin palabras, observaron desde su patio trasero al gran abanico de luz extenderse a través del cielo. Cuando Howard le dijo a su madre que temía que que el cometa golpeara la tierra, su madre interrumpió el silencio y dijo: «No nos pasará nada, Howard; Dios nos cuidará». Continúa escribiendo: «Muchas cosas he visto desde esa noche. Innumerables veces he aprendido que la vida es dura, tan dura como el acero de crisol; pero a medida que los años han avanzado, el majestuoso poder de las brillantes palabras de mi madre ha vuelto una y otra vez, marcando su canto rítmico en mi espíritu. Ahí se encuentran la fe y la conciencia que vencen el miedo y lo transforman en el poder de esforzarse, de lograr... y de no ceder».

Esta profunda convicción que Thurman heredó de su madre y de su abuela fue una convicción profundamente arraigada en el éxodo y en la tradición de los profetas. Los oprimidos no tenían otra fuente de poder a la que apelar en medio de su sufrimiento. Esta postura de voltear hacia arriba revela la expectativa implícita de que el Dios de liberación descenderá para atender la miseria de los desheredados.

De egipcios a cristianos de raza blanca

Por supuesto, la historia del éxodo no solo ayuda a los cristianos afroamericanos a interpretar su historia y experiencia de opresión. También les ayuda a interpretar a sus opresores blancos, muchos de los cuales se identifican como cristianos. A menudo, los cristianos blancos les dicen a los afroamericanos que no pueden entender la experiencia negra. Los cristianos blancos no pueden entender el sufrimiento de los negros porque no han experimentado servidumbre y explotación perpetuas. Para que los cristianos blancos entiendan la experiencia de la opresión negra, debe haber un deseo intencional de hacerlo.

El libro de Éxodo le dice a la iglesia negra que sus hermanas y hermanos cristianos blancos son como Moisés mientras vivía en la casa de Faraón como heredero privilegiado. La narración del éxodo da pocas indicaciones de que Moisés estuviera interesado en la liberación de sus hermanos israelitas antes de su misterioso encuentro con Dios. Ciertamente, la educación de un príncipe egipcio no incluyó aprender a preocuparse por los esclavos que construyeron los palacios y pirámides de Egipto. Así como Moisés había aprendido a ignorar los sufrimientos de su propio pueblo, muchos cristianos blancos han aprendido a ignorar la historia de la opresión de los afroamericanos. Incluso la mejor educación para gente blanca a menudo produce personas que dicen ser «ciegas a los colores», lo que equivale a ser ciego históricamente, es decir, en términos de la larga historia de opresión de la gente de raza negra.

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Lo que los afroamericanos aprenden del éxodo, así como de los Profetas, de los libros escritos en el exilio y de los posteriores al exilio, es que Dios no está ciego a los colores. Dios escucha el clamor de los oprimidos, ve la opresión de la gente, y actúa. Cuando Moisés vió el sufrimiento de su pueblo, actuó decisivamente para su salvación. La verdadera compasión lleva a las personas a actuar en favor de los oprimidos, incluso hasta el punto de poner la propia vida en riesgo. Tal vez los cristianos de raza blanca han ignorado deliberadamente el sufrimiento de sus hermanas y hermanos de raza negra porque no quieren poner sus propias vidas en riesgo, o tal vez no quieren arriesgar la pérdida del afecto, la aceptación y el amor de otras personas blancas.

Volviendo a las raíces del éxodo

La disociación de los cristianos blancos del sufrimiento negro les ha hecho muy difícil comprender a la iglesia negra, la cual quedó impregnada con esta historia del Antiguo Testamento mientras luchaba por la libertad durante el movimiento por los derechos civiles. Sin duda alguna, el éxodo fue la historia más influyente que abrió el apetito por la libertad en medio de la opresión negra. Sin embargo, cuando el movimiento por los derechos civiles perdió a King, su líder espiritual, la siguiente generación comenzó a buscar entrada política en los mismos sistemas de opresión, que seguían bajo el control de la dominación blanca. King operaba como un profeta al margen del sistema de opresión, pero después de la muerte de King, la iglesia negra perdió gran parte de su orientación profética.

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En lugar de continuar dirigiendo a la iglesia negra a la tierra prometida, muchos de los discípulos de King llevaron a la iglesia negra hacia atrás, de vuelta al palacio de política segura de Faraón, aunque con un estatus mejorado. La búsqueda del poder político y de las riquezas materiales comprometió la plena conexión de la iglesia negra con el poder espiritual divino que inspiró a King y a los profetas del Antiguo Testamento a arriesgar sus vidas resistiendo los sistemas políticos de opresión. A los predicadores negros les resultó más atractivo llevar a cabo el papel de políticos, que servir como profetas, comunicando la verdad con valentía a los sistemas dominantes de control político.

Estos profetas convertidos en políticos no se dieron cuenta de que el poder blanco no tenía compasión ni preocupación para aliviar el sufrimiento negro. Muchos líderes de la iglesia negra descubrieron que operar como políticos en lugar de profetas les valió la ayuda de buenas personas de raza blanca. Las voces proféticas negras que emergían fueron aceptadas en seminarios para blancos bajo la cobertura de becas minoritarias: treinta piezas de plata que finalmente domaron el espíritu profético que dio origen al movimiento por los derechos civiles. La tradición de predicación profética que una vez brindó un liderazgo valiente a la iglesia negra terminó por desvanecerse.

Muchos negros ascendieron a iglesias negras de clase media dirigidas por pastores entrenados en instituciones académicas blancas de clase media. Algunas iglesias negras de clase media comenzaron a seleccionar predicadores que se abstuvieran de ofender los sentimientos negros de la clase media. Mientras tanto, la iglesia negra de clase media se desconectó aún más de la clase negra baja. Poco a poco, la iglesia negra de clase media tuvo menos crítica profética de la estructura de poder blanco y estaba cada vez más agradecida con la agenda de supremacía blanca con disfraz religioso.

Sin embargo, otros cristianos negros de clase media utilizaron sus posiciones de influencia para la liberación de las masas negras empobrecidas. No es de extrañar que los sermones en estas iglesias estuvieran arraigados en la vasta extensión de las historias del Antiguo Testamento acerca de la liberación de Dios a los oprimidos por la esclavitud. Niños y niñas negros escucharon sermones sobre Moisés, Ester, Josué, Sansón, Débora, Daniel, Nehemías, David, Vasti, Gedeón, Rut, Isaías, Jeremías, Amós y Miqueas, personajes heroicos que lucharon contra sistemas opresivos que esclavizaban a su pueblo.

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La iglesia negra, una vez arraigada en una rica tradición de predicar y orar el Antiguo Testamento, ahora muestra signos de estar estirada, casi dividida, entre la clase media y la clase baja. Como se muestra en el especial de PBS The Two Nations of Black America [Las dos naciones del Estados Unidos negro] desde hace más de dos décadas tenemos tanto la clase media negra más grande de la historia como la mayor clase baja negra de la historia. Los afroamericanos deben ahora prestar atención al otro lado del racismo blanco, es decir, el clasismo negro.

Marvin McMickle, en su libro Preaching to the Black Middle Class [Predicando a la clase media negra], ve esta división entre las clases media y baja negras como quizás el mayor desafío para el predicador en la iglesia negra. Algunas iglesias negras de clase media parecen estar más comprometidas con el sistema blanco de riquezas, que con una conexión con la clase negra baja. «Ay de los que viven tranquilos en Sión», escribe McMickle, citando Amós 6:1. Para que la iglesia negra de clase media tenga credibilidad en las calles, el púlpito negro debe abordar una vez más las necesidades de las masas negras.

Por supuesto, King no tenía miedo de usar el púlpito dondequiera que lo encontrara y utilizar imágenes de los libros de Éxodo, Isaías y Amós. Con una historia de predicadores como King y sus ancestros, la pregunta de hoy es: ¿Volverá la iglesia negra de clase media a voltear a ver la miseria de la clase baja negra oprimida? ¿Escuchará la clase media el clamor de los oprimidos y desarrollará estrategias para liberar a sus hermanas y hermanos del sufrimiento?

El Antiguo Testamento nos obliga a ser movidos hoy con compasión divina al mirar a las masas de los negros que sufren en esta nación. La iglesia negra de clase media debe reclamar su voz profética y regresar a los lugares de opresión, declarando libertad para los cautivos. Dios es un Dios de libertad, y todavía entra en sistemas de cautividad y rescata a las víctimas de la opresión, a quienes llama su pueblo. Mientras seguimos adelante, dejemos que nuestras mentes y bocas liberadas expresen las palabras que sacudirán los cimientos de la tiranía y enderecen los sistemas construidos sobre las espaldas del sufrimiento humano. La iglesia negra debe mantener el legado que heredó del Antiguo Testamento como una influencia liberadora, de acuerdo a los planes divinos, si es que desea funcionar una vez más como una institución que promueva la libertad, aún dentro de sistemas humanos injustos que todavía buscan esclavizar.

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Jerry Taylor es profesor asociado de Biblia, misiones y ministerio, y es el director fundador del Centro Carl Spain para estudios raciales y acción espiritual en la Abilene Christian University.

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